Existe una leyenda de vampiros del Japón con cualidades realmente inauditas.
Se trata de la historia de Hannya; una especie de íncubo o vampiro masculino con gustos muy particulares.
Hannya significa «vacío de formas»; nombre asombroso habida cuenta de que la silueta de esta criatura ha sido minuciosamente detallada por los especialistas nipones. Se lo describe como un hombre de epidermis verdosa, pequeños cuernos a los costados de la cabeza, mentón alargado, lengua bífida y ojos que destellan un tinte ambarino.
Otras veces, en cambio, se lo retrata como una sombra incierta que habita en los rincones más oscuros de la casa, donde aguarda la llegada de la noche.
Hannya es intransigente en todo lo que se refiere a su dieta: se alimenta exclusivamente de mujeres hermosas.
Habita en las alcantarillas, o en cualquier sitio húmedo y oscuro, y desde allí organiza la logística de sus excursiones. Cuando selecciona a su víctima, Hannya se asegura que ésta viva sola, y únicamente la atacará cuando ella se encuentre durmiendo, ya que teme el brillo de los ojos humanos cuando están inyectados de horror.
Justo antes de atacar, Hannya emite un espantoso chillido con propiedades paralizantes. Este detalle, según algunos, lo vincula con la Gente Sombra y otras criaturas nocturnas del folklore onírico.
La víctima, que segundos antes de oír el grito se encontraba profundamente dormida, no tendrá tiempo de abrir los ojos.
En un estado de parálisis, aunque consciente de todo lo que la rodea, la mujer experimentará las primeras mordidas del vampiro en los hombros y el cuello.
Si bien el Hannya sólo se ceba en mujeres hermosas, cuando encuentra una especialmente atractiva le reserva una variedad exclusiva de tormentos.
En estos casos el Hannya se alimenta lentamente, noche a noche, sin ningún tipo de apuro; buscando enloquecerla paulatinamente a medida que su propia saliva infecta a la víctima, vaciando su belleza hasta transformarla en una especie de híbrido casi irreconciliable con la fisionomía humana.
Finalmente, cuando la belleza de la mujer es totalmente drenada, el Hannya devora la carne y los huesos de su víctima.
La leyenda del vampiro Hannya no acentúa ninguna debilidad que el cazador de vampiros o el investigador paranormal puedan explotar.
Al parecer, sus ataques son esporádicos, uno cada cuatro o cinco años, y nunca en la misma región, de modo que suele pasar desapercibido.
Los budistas señalan que existe una oración sagrada que ahuyenta al Hannya, y por tal caso a todos los íncubos, súcubos y criaturas no humanas del plano astral: una oración que habla de la mirada de las hembras orientales; justamente lo que este vampiro aborrece con cada hebra de su ser.
Se sabe que encontrarse en la mirada del otro puede ser peligroso, sobre todo si nos devuelve un rastro de vacío, un esquema fronterizo, ausente, como el reflejo de una sombra.
FUENTE: elespejogotico.blogspot.com.ar
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