miércoles, 23 de marzo de 2016

El Libro Rojo - Historias de terror y Creepypastas



Eramos cuatro: Santiago, Sebastian, Camilo y yo. El primero en preguntar fui yo, tal ves por ser el más valiente, tal ves por ser el menos afortunado... quién sabe... El punto es que yo fui el que se dispuso a tomar el libro, cerrar los ojos y decir.

- Libro Rojo, ¿puedo entrar en tu juego?

Abrí una página al azar, coloqué mi dedo y leí. La respuesta era algo que carecía completamente de sentido, así que pasé el turno a Santiago, que repitió mis acciones. Éste colocó su dedo en un espacio en blanco, así que pasó el turno a Camilo, que tampoco obtuvo respuesta coherente y terminó pasándoselo a Sebastian, que tuvo la misma suerte.

Así seguimos, por varios turnos, sin obtener una respuesta clara, hasta que finalmente, en el cuarto intento, sucedió algo. Era el turno de Camilo, así que éste dijo, ya con muy poca paciencia:

- Libro Rojo, ¿puedo entrar en tu juego?

La respuesta fue:

- "Te concedo una oportunidad."

Finalmente uno de nosotros había logrado entrar. Camilo cedió el turno a Sebastian, que no tuvo oportunidad de entrar, así que me pasó el libro. Cerré mis ojos y me concentré lo más que pude:

- Libro Rojo ¿Puedo entrar a tu juego?. Libro Rojo, ¿puedo entrar a tu juego?

Las palabras resonaron por toda la casa (mi casa), que estaba vacía aparte de nosotros.

La respuesta que obtuve me dejó desconcertado.

- Aquel que persevera alcanzará su objetivo.

Por supuesto le di una interpretación afirmativa, me moría de ganas de preguntar algo, pero tendría que esperar mi turno nuevamente.

Pasé el libro a Santiago, que no obtuvo respuesta coherente y le entregó el libro a Camilo.

Éste meditó un rato y finalmente preguntó:

- Libro Rojo: ¿Hay algún espíritu en esta casa?

Abrió el libro y puso su dedo en una frase que decía:

- El hombre siempre está buscando respuestas a lo desconocido.

Ésta respuesta nos dejó asombrados, pero lo tachamos como coincidencia así que el siguiente en preguntar fue Sebastian, que finalmente consiguió el permiso para entrar.

Yo estaba tan emocionado, por fin era mi turno luego de ingresar al juego... pero no sabía lo mucho que me arrepentiría de preguntar aquello:

- Libro Rojo, ¿estaré a salvo ésta noche?

Seguí los pasos y leí en voz alta:

- "... dos hombres aparecieron y convirtieron sus sueños en pesadillas."

Las velas que habíamos dispuesto sobre la mesa titilaron de forma amenazadora, pero nunca se apagaron. Miré a mis amigos asustado pero estos no paraban de reír.

- Creo que hoy voy a tener que domir con mi madre.-Eso dijo Camilo, tal vez en serio, tal vez en broma.

Sentí que una mano tocaba mi hombro y pegué un brinco. Era Santiago. Yo estaba tan distraído que me había olvidado de pasar el libro. Éste insistió nuevamente en que le dejaran jugar y obtuvo esto como respuesta:

- ¡Vete de aquí! No insistas más.

En esta ocasión todos nos miramos con cara de asombro, pero seguimos creyendo que sería coincidencia. Había llegado el turno de Camilo, que preguntó:

- Libro Rojo, ¿algo me seguirá hasta mi casa?

La respuesta fue:

-"...su madre, que tanto le había ayudado, ya no estaba allí."

La atmósfera se puso tensa, un sudor frío recorrió mi rostro y por primera vez, tuve miedo de verdad.

- Oye Camilo... ¿No crees que eso éste relacionado con tu comentario sobre dormir con tu mad...?"

- ¡Cállate!.-En su voz se notaba el miedo, que empezaba a apoderarse de todos.

- A la mierda, yo me largo.-Dijo Sebastian, mientras dirigía miradas a toda la casa, en busca de quién sabe qué.

- ¡NO!-Lo detuve-Tenemos que salir del juego.

Luego de relajarnos un poco, Sebastian tomó el libro y dijo:

- Libro Rojo, ¿puedo salir de tu juego?

Siguió todos los pasos y leyó:

- "Solo dos pudieron salir."

Estaba fuera.

El siguiente era yo. Coloqué mi mano sobre el libro y pregunté:

- Libro Rojo, ¿puedo salir de tu juego?

- "Eres libre de hacer lo que te plazca, sin recibir castigo alguno." -Fue la respuesta.

Una sonrisa iluminó mi rostro, yo también estaba fuera. Debido a su anterior rechazo, de parte del libro, Santiago no quiso seguir intentándolo. Eso solo dejaba a Camilo, que sujeto el libro con fervor, cerró los ojos y preguntó:

- Libro Rojo, ¿puedo salir de tu juego?

Marcó un punto y leyó:

-"...por la eternidad."

De nuevo repitió la pregunta, ahora con voz temblorosa, debido al miedo. La respuesta fue:

-"...desde la oscuridad lo asechaba."

Sebastian y yo no parábamos de reír, no porque fuera graciosa la situación, sino por el miedo mismo.

Camilo continuó haciendo la pregunta por otros tres turnos en los cuales obtuvo espacio en blanco en dos de ellos y en uno, una oración sin sentido. No paraba de frotarse las manos y la ansiedad parecía dominarle. Entonces, obtuvo una respuesta extraña:

-"Nada puede salvarlo ahora, déjalo que se vaya."

Las velas se apagaron de repente, y todos nos levantamos a la vez, corrimos hacia la puerta y salimos de la casa. Camilo no frenó afuera, continuó su carrera, hasta perderse en la esquina. Le pedí a Sebastian y a Santiago que lo siguieran, mientras yo esperaba que viniese mi madre para poder entrar a casa.

Han pasado ya varias horas desde que ocurrió eso. Finalmente mi madre esta aquí y pude entrar.

No se me ocurrió nada más que escribir nuestra experiencia. Santiago acaba de llamar, parece ser que no lograron alcanzarlo. Maldición, estoy preocupado. No contestan en su casa y el móvil lo tiene apagado. Por si fuera poco, tengo miedo de ir a dormir. Esa frase no deja de rondar mi mente...

- "Dos hombres aparecieron y convirtieron sus sueños en pesadillas."

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