En la historia de la pintura ocupa un lugar destacado la llamada Edad de Oro Holandesa. Desde finales del siglo XVI y durante el XVII, artistas como Johannes Vermeer, Jan de Bray, Frans Hals o Gabriël Metsu, desarrollaron su obra en los Países Bajos. Aunque comparten características con el barroco se alejan de él en muchos aspectos. Una de las particularidades de las obras de estos genios es el situar pinturas dentro de las pinturas.
Una buena parte de las obras de esta época y escuela están dedicadas a mostrar escenas de la vida cotidiana en hogares holandeses. Lo que a simple vista parece la reproducción de una rutina, solía esconder una lección moralizante o una alegoría sobre el vicio y la virtud. Para que se pueda hacer esta lectura profunda de la obra, hay que fijarse en las pequeñas obras de arte que cuelgan de las paredes de la escena principal.
La primera de las pinturas nos muestra como motivo principal a una mujer que acaba de recibir una carta. Pero si sabemos descifrar el código secreto de los cuadros que aparecen en segundo plano, sabremos mucho más. En el primero se ve a un hombre que se aleja por un camino. Esto significa que la carta es de el esposo, novio o amante que ha partido. En el segundo cuadro se observa un barco. Este era un símbolo recurrente en las pinturas de la época: si estaba en un mar en calma, las noticias o la situación no presentaban problemas, pero si la escena era tormentosa quería decir malas noticias o posibles desgracias. En el cuadro que nos ocupa el mar está en calma, pero se observan algunas nubes en el horizonte, señal de que quizá más adelante puedan haber problemas.
La segunda pintura nos muestra una alegoría moralizante al hacer referencia al vicio y la lujuria. Observamos una estancia vacía en la que vemos en primer plano 2 zapatillas, una de hombre y otra de mujer. Una escoba abandonada a un lado, y al fondo, en la pared la reproducción del cuadro de Caspar Netscher “Padre Amonestando su hija” que en realidad ocurre en un burdel. Los contemporáneos del autor hubieran leído enseguida que en la estancia había una mujer que abandonó su trabajo para irse con una hombre y mantener relaciones sexuales.
Estos dos cuadros fueron pintados para verse juntos. En el primero un joven escribe una carta. Entendemos que está de viaje por el globo terráqueo a su espalda, la escena pastoril de la pintura del fondo y el mantel oriental sobre el que escribe. En el segundo una mujer ha recibido una carta, a sus pies un perrito y una única zapatilla, símbolo de la lujuria, nos indica que está siendo fiel a su amado. La segunda chica, de pie, lleva en sus manos otra carta y un cubo con las flechas de Cupido. Corre una cortina que ocultaba una pintura con dos barcos en un mar tormentoso: un aviso de los peligros de los amores lejanos, de la distancia y del reencuentro.
El tema de la “Visita del Médico” fue plasmado por varios autores de la época. En todos ellos vemos prácticamente lo mismo. Una mujer aparentemente enferma, un médico petimetre y alguien que se ríe o sostiene en sus manos un símbolo erótico. En el fondo un cuadro en el que se ve a dos amantes abrazados. La lectura secreta es que la mujer no esta enferma, sino embarazada.
En esta última obra, una mujer sostiene en sus manos una balanza, parece que va a pesar alguna de sus joyas, pero si miramos la pintura de la pared, la imagen cambia radicalmente. Es una reproducción del juicio final, en el se sopesarán nuestras buenas acciones, y la reflexión que el código secreto oculta es si valen la pena las riquezas a cambio de la salvación de nuestra alma.
FUENTE: supercurioso.com (por Carmen A. Barenys)
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