martes, 3 de enero de 2017

El bailarín sonriente - Historias y videos de terror



... Doble en la esquina con la intención de volver al departamento cuando lo vi por primera vez. Lejos, al final de la calle y en el mismo lado de la acera que yo, estaba la silueta de un hombre bailando. Era un baile extraño, casi como un vals, pero terminaba cada paso avanzando un poco hacia delante. Se podría decir que danzaba y caminaba hacia mí al mismo tiempo.

Creyendo que probablemente estaba borracho, me alejé de la vereda para darle espacio y que pudiera pasar. Era alto, delgado, y vestía un viejo traje.

Al acercarse pude contemplar su rostro. Sus ojos estaban abiertos, casi salían de sus órbitas. Tenía la cabeza ligeramente inclinada hacia atrás y miraba al cielo perdidamente. Su boca estaba abierta en una sonrisa dolorosa.

Al ver aquello crucé la calle inmediatamente antes de que el hombre se arrimara lo suficiente.

Le quité la vista por un instante y cuando llegué del otro le regresé la mirada … me quedé paralizado. Había dejado de bailar, estaba con un pie en la calle y el otro en la vereda como si justo lo hubiese descubierto asomándose hacía mí. Continuaba vislumbrando el cielo. La sonrisa en su rostro parecía haberse hecho más grande.

Sentí un profundo miedo. Comencé a caminar nuevamente sin quitarle la vista. No se movía.

Cuando ya estaba a más de media cuadra de él, voltee para ver el camino que tenía delante. Todavía conmocionado, volví a enfocar mis ojos hacía donde estaba el bailarín pero ya se había ido. Por un instante me sentí aliviado, hasta que lo visualicé de nuevo por el rabillo del ojo a mis espaldas. Había cruzado a la misma acera que yo y estaba en cuclillas. No tuve la certeza en ese momento, debido a la oscuridad y a la distancia, pero estoy casi seguro de que me estaba observando. No había apartado los ojos de él más que unos pocos segundos, por lo que claramente se había movido rápido.

Estaba bloqueado y me quedé allí, parado. Entonces comenzó a desplazarse nuevamente en mi dirección. Daba pasos exagerados sobre la punta de sus pies, como si fuera un personaje de alguna caricatura avanzando sigilosamente, aunque su ritmo era apresurado.

Me gustaría decir que en ese punto comencé a correr, que tomé mi spray de pimienta o mi celular, pero no hice nada de eso. Sólo me quede de pie, completamente congelado mientras aquel hombre sonriente se arrastraba hacía mí.

Se detuvo a unos dos metros de distancia, aun con aquella sonrisa larga, aun mirando hacia el cielo.

Cuando finalmente recuperé mi voz, le dije lo primero que se me vino a la mente. Pretendía preguntarle “¿Qué diablos quieres?” con un tono autoritario. Pero la única cosa que salió de mi boca fue “¿Qué diaaablo…?” bastante inaudible.

No sé si los seres humanos son capaces de oler el miedo, pero al menos pude escucharlo. Escuché el miedo en mi propia voz, y eso sólo me hizo empeorar. Él no reaccionó. Se mantuvo allí de pie, sonriendo.

Después de lo que pareció una eternidad, se volteó lentamente, y comenzó a bailar retirándose sin más.

Sin querer volver a darle la espalda, me mantuve contemplándolo hasta casi no distinguirlo en la lejanía. Entonces me di cuenta de algo. Ya no se alejaba, no bailaba. Observé con horror cómo la distancia entre nosotros disminuyó rápidamente. Ahora corría y esta vez estaba dispuesto a alcanzarme.

No dudé, yo también corrí. Corrí hasta que logre llegar a otra calle más iluminada y con más tráfico. Miré hacia atrás pero ya no pude verlo en ningún sitio. Durante todo el camino de regreso a mi apartamento, me mantuve vigilando por encima de mi hombro, siempre con el temor de volver a ver su estúpida sonrisa, pero afortunadamente no apareció más.

Viví seis meses en aquella ciudad, y nunca más volví a caminar en la noche. Recuerdo algo en su rostro que siempre me asustará. No parecía borracho, ni drogado. Aparentaba estar completamente loco. Y eso es algo muy aterrador de ver.


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