martes, 19 de septiembre de 2017

Acerca de la vida y la muerte - Artículos



Acostumbrados como estamos a ceñirnos a conceptos rígidos y excluyentes, la vida y la muerte se han constituido en dos motivos de preocupación con sus causas específicas.

En principio, es la muerte la que produce mayor repulsa y miedo, ya que se adentra en planos desconocidos para nuestra mentalidad, cuando no se la considera como un infinito vacío, una nada sin contenido. De este modo, y por comparación, la vida resulta más aceptable, si bien los problemas que ella conlleva no deja de conmovernos diariamente y, en algunos casos, llevan al suicidio como solución.

La vida tiene sus complicaciones y la muerte se rechaza de plano aún sin saber a ciencia cierta si es mejor o peor que la vida.

Sea como sea, vida y muerte se presentan como irreconciliables, aún para muchos de aquellos cuyas creencias religiosas ven en la muerte otro estilo de realidad o de "vida". Y es precisamente esta aparente falta de correlación la que más duele, puesto que una de las más grandes aspiraciones de los hombres de todos los tiempos ha sido la de unir vida y muerte, franqueando esa barrera tan oscura y pesada que se ha tendido entre una y otra.

Todos quieren saber algo más sobre la muerte. Muchos quieren saber algo más sobre la vida pero con un interés más laxo, más dilatado, confiando en que hay tiempo suficiente como para vivirla  y enterarse poro a poco de sus porqués.

Sin embargo es bueno recordar que las cosas no siempre fueron así. Es cierto que en todo momento existieron personas cuyas preocupaciones estaban lejos de este juego de dualidades, pero la historia señala momentos en que diferentes civilizaciones se plantearon el binomio vida-muerte sin mayores traumas, conjugándolo como una unidad bajo dos aspectos.

Vida y muerte no eran más que dos caras de una misma moneda, y ambas se comprendían y se asumían desde los primeros años con las primeras enseñanzas.

Hubo pueblos -y recurrimos una vez más al ejemplo de los egipcios- para quienes la muerte era el acceso a la verdadera Vida, en tanto que el paso por la tierra constituía una preparación para acceder a ese otro estado más perfecto, más intenso y espiritual que permitía el contacto directo con los Dioses; pero también la muerte era pasajera, ya que cada ser humano debía regresar al mundo terrestre para adquirir nuevas experiencias en esta dimensión material y concreta.

En el caso de los egipcios y de otros muchos pueblos de la antigüedad (hindúes, iranios, sumerios, asirios, babilónicos, griegos, romanos, germanos, celtas y muchas culturas americanas precolombinas, por no citar más), no aparecía tan marcada la obsesión por relacionarse los vivos con los muertos, o la de los que se iban a morir por no perder el contacto con los que quedaban en la tierra. Se sabia que la puerta entre un mundo y otro no era infranqueable y que, en todo caso, si no existía un contacto regular era para que cada uno pudiera seguir trabajando en su ámbito sin interferencias innecesarias.

Siglos de cambios de ideas y de variadas controversias religiosas (en las que tomaron parte intereses políticos y económicos también), fueron abriendo un abismo cada vez más grande entre la vida y la muerte, y generando un desconcierto creciente entre los humanos. Las religiones, de una forma u otra, intentaron hacerse dueñas de las vidas y regidoras de la muerte, señalando comportamientos en la tierra que merecieran premios en el más allá, distribuyendo castigos y perdones a la manera de los tribunales ordinarios.

CONCEPTOS ASOCIADOS

El acervo tradicional propio de la mayoría de las religiones no concibe la idea de la muerte como un nuevo estado del alma, sin referirse necesariamente a ideas tales como preexistencia del alma, inmortalidad, resurrección, reencarnación, trasmigración, palingenesia, metempsicosis y otras similares.

Se enfoque como se enfoque, lo cierto es que había -y hay- que asumir ciertas definiciones sobre el alma o el espíritu humano, sobre lo que muere y lo que permanece.

Sin entrar en consideraciones sobre la naturaleza espiritual del hombre y cuáles son los principios que pueden traspasar la muerte del cuerpo, haremos un breve repaso sobre las ideas más generalizadas al respecto.

Aceptar que tras la vida habrá otra vida permanente, feliz o atormentada, según los méritos acumulados, equivale a tener que aceptar la preexistencia del alma, pues resulta absurdo pensar en la permanencia de algo que nunca existió antes de aparecer en la vida. Su calidad de permanente después, ha de venirle desde antes, salvo que debamos asumir los infinitos caprichos o acciones divinas incomprensibles para los humanos.

La inmortalidad del alma fue la base, para muchas religiones y filósofos, de otro planteamiento: la reencarnación, es decir, el hecho de vivir varias veces en la tierra, aunque bajo distintas apariencias dentro del denominador humano común, del mismo modo que la Naturaleza entera se renueva cíclicamente en cada una de las estaciones el año.

Aquí caben a su vez varios matices: una única resurrección, no en la tierra sino en el cielo, recuperando el mismo cuerpo que se ha tenido, para gozar así de la paz eterna una vez que Dios haya juzgado a todos los hombres tras el final del mundo. Los habrá que resucitarán para vivir eternamente en el cielo; otros lo harán en el infierno y otros quedarán en un estado intermedio purgando sus errores, que no habrán sido tan grandes como para merecer el infierno ni tampoco para permitir el acceso al paraíso.

En la India, el término sánscrito "Samsara" sirve para designar la "Rueda de la Vida" que gira constantemente, tocando a veces el mundo manifestado y pasando en otros puntos por el mundo sutil donde se encuentran los que vulgarmente llamamos muertos. Esta rueda está en movimiento por las acciones de los hombres: como cada acción genera una reacción, es imposible detener el giro de la vida y de la muerte, hasta tanto la conciencia se eleve y promueva acciones inegoístas, liberadas de todos deseos personales, generosos y serviciales hacia todos los seres. Entonces se detendrá la rueda, pero eso no sucederá mañana...

Los términos griegos palingenesia (palis, otra vez, de nuevo; y génesis, origen), y metensicosis (metem, cambio; y psiquis, alma), señalan ideas similares a la reencarnación que sostienen los pueblos de la antigüedad. Por diferentes razones que más o menos coinciden en la necesidad del alma de recomponerse, de recuperar la conciencia de su naturaleza, de desprenderse de los aditamentos y coacciones de la materia, el hombre debe volver a la vida terrestre regresando de la muerte; y como los cuerpos físicos son falibles, llegará la muerte como reposo y paréntesis antes de volver a empezar.

Lo que nos parece totalmente desfasado y mal interpretado es el concepto de transmigración en cuanto se explica como la posibilidad de que el espíritu humano se reencarne en cualquiera de las formas vivientes, sea una piedra, un árbol o un animal, contradiciendo con ello cualquier principio lógico de evolución, y haciendo de la existencia un caos absoluto donde nada tiene sentido ni meta.

EL TEMOR A LA MUERTE

A partir del siglo VI, tras el sínodo celebrado en Constantinopla por el emperador Justiniano para anatemizar algunas obras y enseñanzas del filósofo Orígenes, todo lo referente a la preexistencia del alma y la reencarnación -que no estaba fuera de la doctrina cristiana habitual- entró en el silencio de lo prohibido.

Para nuestro mundo occidental pasó a convertirse en un tabú y hubo que echar de lado todas las antiguas religiones, filosofías y psicologías que habían desarrollado estas doctrinas durante siglos y siglos. Del mismo modo, los pensadores y escritores, fueran de la línea mística, filosófica o científica que abordaron tales temas, se obviaron en los estudios, se mutilaron en sus explicaciones o, simplemente, se calificaron de locos.

Todo un pasado rico en experiencias y pródigo en muestras significativas de sabiduría, quedó a oscuras a expensas de las nuevas ideas que venían a reemplazar los viejos errores, y no faltaron quienes atribuyeron estos errores a la tarea del diablo, dedicado a tentar a los hombres con ilusiones y falsedades para poner a prueba su criterio.

Llevamos casi dos siglos en los cuales los libros sagrados y compendios filosóficos de los mejores autores "deben" leerse en sentido literal, como si el simbolismo y el lenguaje cifrado nunca hubieran existido. Sin embargo, es bien sabido que toda obra tiene más de una lectura, que los símbolos ha existido siempre y que precisamente es más propio del desarrollo espiritual estar más cerca del significado profundo de las palabras que de las parábolas sencillas que sirven para dar los primeros pasos y acceder a las primeras explicaciones.

Para no caer en los ejemplos orientales que pueden parecer ajenos a nuestra forma de vivir y pensar, citaremos una pequeña muestra de grandes literatos, artistas y filósofos occidentales que desde la época griega hasta el presente, no han tenido reparos en aceptar la inmortalidad del alma y la natural posibilidad de que ésta pase por diferentes vidas para adquirir diferentes experiencias. Empezaremos por el conocido Pitágoras, para seguir por Heráclito, Empédocles, Platón, Aristóteles, Cicerón, Virgilio, Ovidio, Plutarco, Plotino y los neoplatónicos en general, el emperador Juliano...

La Edad Media tiende un velo sobre el pensamiento, que vuelve a reaparecer con toda su fuerza en el Renacimiento bajo la pluma de Dante, Marsilio Ficino, Pico de la Mirándola, muchos de los grandes aristócratas que ejercieron de mecenas de artistas y movimientos filosóficos tales como el neoplatonismo, el pitagorismo, la cábala, el hermetismo, la alquimia y la masonería.

Sigamos avanzando y mencionando pues a Paracelso, Giordano Bruno, Shakespeare, Tomás Campanella, John Milton, Espinoza, Leibniz, Voltaire, Benjamín Franklin, David Hume, Kant, Lessing, Herder, Goethe, Schiller, Fichte, Hegel, Schopenhauer, Thomas Carlyle, Balzac, Víctor Hugo, Emerson, Edgar Allan Poe, Tension, Kierkegaard, Flaubert, Dostoievsky, Tolstoi, Visen, Mark Twain, Bernard Shaw, Gustav Mahler, Rudyard Kipling, Yeats, Romain Rolland, Rilke, Herman Hesse, Kahlil Gibran, D. H. Lawrence, Priestley, Aldous Huxley y tantos otros que resultaría interminable mencionar. ¿Es que ninguno de ellos tenía suficiente criterio como para exponer sus creencias o ideas filosóficamente asentadas, cuando no reforzadas por conocimientos científicos?

RELIGIÓN Y CIENCIA

En los dos últimos siglos se ha alzado una nueva barrera entre la vida y la muerte, además de la que ya estaba tendida por la débil comprensión de la Naturaleza. La oposición entre la ciencia y la religión agudizó más las diferencias de conceptos, y si quedaba algún resquicio de libertad espiritual, la ciencia se encargó de ridiculizarlo bajo un nuevo anatema "nada de esto puede probarse", "no tenemos pruebas científicas de estas afirmaciones"...

Se trata de demostrar con medios materiales realidades abstractas. Se trató -y se logró por un tiempo- de reducir la vida psicológica, intelectual y espiritual a meras secreciones de distintas glándulas. Todo se redujo al funcionamiento orgánico del cuerpo y, por lo tanto, no había más que una vida: esta; y la muerte fue el final de todas las cosas.

Pero la ciencia no está separada de los hombres y fue la inquietud humana la que hizo derivar la ciencia hacia nuevos campos, hacia nuevas investigaciones, hacia nuevas formas de interpretar la realidad. Así nacieron numerosos "paras": fenómenos paranormales, parapsicológicos, parafísicos, y otros similares que intentaban explicar lo que, a la vista de hechos concretos, necesitaban sin duda alguna explicación por absurda que fuese.

Lamentablemente, junto a las investigaciones serias y encaminadas a encontrar la verdad, aparecieron -como siempre, y como seguirán apareciendo- farsantes que aprovecharon la novedad para hacer buenos negocios con ello. Espiritistas de tres al cuarto, magos de pacotilla, videntes de feria e infinidad de interlocutores con el más allá hicieron su agosto en detrimento de una vía de conocimiento que pudo haberse abierto con mayor rapidez y limpieza.

No obstante, y a pesar de la maraña de embaucadores la necesidad de saber y saber bien, sigue aportando su energía. Hoy son cada vez más los trabajos en los que se relatan casos considerados como curiosos o imposibles hasta no hace mucho, pero que van dándose a conocer en la medida en que desaparece el miedo a revelarlos.

Médicos y psiquiatras, amparados por el rigor de su profesionalidad, han tratado casos muy concretos en los que los recuerdos aportados por ciertas personas en estado de trance hipnótico, no podrían sino pertenecer a épocas anteriores a su actual existencia y sin posibilidad de truco alguno o de engaño premeditado. Otras observaciones se han encaminado al campo de los enfermos terminales o en estado de coma profundo que llegan a darse por muertos y que, sin embargo, "regresan" otra vez a su cuerpo, a la "vida", relatando con mayor o menor claridad sus experiencias mientras estaban en el "más allá".

Las coincidencias en los relatos nos permiten suponer que sería muy difícil poner de acuerdo a varios millones de personas de distintos lugares, diferentes formas de educación y creencias, para que repitan lo mismo. Parece más bien que nos encontramos ante la posibilidad de abrirnos paso en medio de una frontera que siempre resultó temible e intocable, por lo menos desde que ciertos tabúes sobre la muerte han convertido en algo terrible y doloroso este acontecimiento natural y lógico en el transcurso de la pretendida y deseada evolución.

Nuevamente, y con ropajes modernos, aparece Satanás como inductor de estas experiencias, cuando no se intenta mostrarlas como simples efectos de drogas o, en todo caso, como el producto de la ferviente imaginación de algunos desquiciados.

Pese a todo ello, la pujanza de ciertas vivencias profundas, hace que el camino no se cierre sino que, más bien al contrario, deje paso a nuevas postulaciones.

Es innegable que existe en los seres vivos un "instinto" -por llamarlo de alguna manera- de eternidad. Todo lo que vive se resiste a la muerte, bien sea en actos simples y reflejos, bien sea bajo la forma de la angustia que aqueja a los hombres dolorosamente obligados a dejar la existencia para siempre mientras están activos sus sueños y esperanzas.

Sigue vigente el deseo de no morir, de no dejar las cosas inacabadas o de tener nuevas oportunidades de continuar. Sigue vigente el deseo de no perder definitivamente a los seres que hemos amado; es duro resignarse a pensar que nos iremos y dejaremos a tantas personas queridas sin poder comunicarnos más con ellas, o que esas personas se irán antes que nosotros a un mundo oscuro -si es que es mundo- desde donde ya no podrán ponerse en contacto con nosotros. Es duro pensar que venimos a la vida una sola vez, que tenemos muy pocos años para aprender todo lo que necesitamos para madurar y que, tras esa breve -feliz o desdichada- experiencia, no queda más salida que un paraíso un tanto aburrido para los más activos o un infierno indecente para los que no han llegado a comprender de verdad el valor de un error.

Más allá de las dificultades y las prohibiciones, de la incredulidad y la desesperación, son muchos los que intentan, por un medio o por otro, pasar la barrera infranqueable. Después de todo, no hace falta volver a tocar o a escuchar a quienes se han muerto antes que nosotros, para "sentir" que están cerca, que podemos percibirlos en más de una ocasión, que existen relaciones psicológicas, afectivas, mentales, morales y espirituales permanentes. Después de todo es muy posible que quienes están al "otro lado", también realicen intentos por llegar hasta nosotros, si bien no todos los días, sí en momentos especiales, tal como en la vida cotidiana en que no siempre estamos necesariamente unos al lado de otros para entendernos y comunicarnos.

La vida adquiere mayor sentido si le sumamos la muerte como un reposo natural, como un sueño que nos ayuda a digerir mil y una circunstancias antes de volver a despertar. Y la muerte tiene sentido en cuanto concebimos la Vida Una que se expresa del uno y del otro lado de la barrera.

Vida y muerte se apoyan y se complementan. Si ahora estamos vivos, por similitud y analogía, hemos venido de alguna otra forma de vida, y nos dirigimos hacia otro aspecto de la vida. ¿Para qué, si no, hacer sufrir a la humanidad con ese terrible instinto de supervivencia; para qué dar cabida en el sentimiento y en la razón a algo que no existe?

Lo interesante sería convertir ese deseo de supervivencia en una clara conciencia de la inmortalidad, haciendo que cada minuto de nuestras existencias tenga el valor de un paso adelante, de una experiencia útil para siempre, de una unión constante con quienes vamos por los mismos caminos. Es posible que así cesen de una vez las interminables discusiones sobre la vida y la muerte para, en cambio, permitirnos estar despiertos y activos tanto en la vida como en la muerte, tanto de un lado como del otro de una puerta que se nos hace cada vez menos tenebrosa y temible. Como es la puerta de nuestra casa, para entrar y para salir.


FUENTE: www.revistaesfinge.com (por Delia Steinberg Guzmán)

jueves, 14 de septiembre de 2017

Más allá de la magia de Harry Potter - Artículos



Ya hace varios años que se estrenó la última entrega de la archiconocida serie de películas de Harry Potter, basados en la saga literaria. Atrás queda más de una década y media de siete libros y ocho películas que han obtenido récords de ventas y marcado a una generación de jóvenes. ¿Qué elementos toca su autora J.K. Rowling para haber captado el interés de millones de seguidores?

El mito del héroe: un joven mago en el siglo XXI

Cada ser humano cobija dentro de sí una imagen de lo que sería un ser humano admirable, alguien a quien nos gustaría parecernos, alguien en el que se viesen reflejados nuestros sueños y anhelos más puros; surge así la figura del héroe un ser humano que destaca no tanto por sus habilidades extraordinarias sino sobre todo por un sentido de la justicia a prueba de bomba y que le permitirá sobrepasar las dificultades más terribles. El cine, la literatura y el cómic nos han dado cientos de estos personajes y a los cuales una parte nuestra gustaría emular. Harry Potter es un héroe y luchará encarnizadamente contra las fuerzas del mal personificadas en su eterno rival Voldemort, estamos pues ante la lucha del bien contra el mal tantas veces versionada y adaptada, pero la explosiva combinación de aventura, fantasía, misterio, amistad y amor han otorgado al mundo creado por Rowling su particular personalidad. Si bien las ocho películas no han acabado de ser, en sus diferentes adaptaciones, el reflejo más fiel de los libros lo importante es el mensaje que deja tras de sí esta serie de aventuras con la que tantos adolescentes han crecido.

Enseñanzas con moraleja

A lo largo de las aventuras de Harry podemos ver todo un elenco de anécdotas que aparte de su aportación a la historia nos hace sentirnos identificados con los problemas de sus personajes.

Un claro ejemplo de ello es el Espejo de Oesed, un espejo que refleja los deseos más íntimos de aquel que se ve reflejado en él y que por ello tiene el peligro de hacer que la persona quede perpetuamente observando una fantasía. “El hombre más feliz del mundo se vería en el espejo de Oesed tal cual es” dice Dumbledore el director de Hogwarts. Vemos en este caso un maravilloso ejemplo de cómo la autora nos anima a ser auténticos y plasmar nuestros sueños por un lado y por otro el tener la capacidad de ser feliz con pocas cosas ensalzando valores como la austeridad y la humildad tan olvidados hoy en día en una sociedad que asocia la felicidad al consumismo.

Uno de los elementos más apreciados esta saga es el ensalzamiento que se hace de la amistad, y como la historia transcurre a lo largo de siete años se ve también la evolución de los personajes a lo largo de este periodo, llama la atención el caso de Neville que en los primeros años es el más torpe e inútil de su promoción, pero gracias a su lealtad por sus amigos y a explotar los puntos fuertes que posee le permitirán en el tramo final pelear en primera línea y ser determinante en el curso de la historia. Neville es la imagen misma del compañerismo y superación.

Desde el segundo libro la autora aborda un tema tan áspero como el elitismo o clasicismo donde podemos observar cómo un grupo de magos se creen mejores que los nacidos de familias muggles (aquellos que no poseen ninguna habilidad mágica), refiriéndose a ellos como los sangre sucia. La mejor muestra de que el auténtico mérito de una persona está en ella misma y no en su origen o circunstancias se ve en el caso de Hermione, nacida en familia muggle y sin duda la mejor de su promoción.

Una de las formas en que Rowling ridiculiza el materialismo y consumismo de las personas se ve conceptualizado en la chistosa figura del primo de Harry, Dudley. Él es un exagerado caso del niño malcriado y consentido que termina volviéndose violento. Tanto será el egoísmo que llega a tener este personaje que llegará a sentirse triste por recibir “solo” 35 regalos de cumpleaños aunque por fortuna los golpes de la vida hacen que rectifique y termine reconciliándose con Harry. Del lado opuesto vemos a Harry que cuando dispone de dinero lo que le hace más feliz es compartirlo con su amigo Ron o donar el premio del torneo de magia a los hermanos gemelos de éste.

Lejos de ser libros estrictamente infantiles, no todos los personajes caen el tópico de “buenos” o “malos” sino que hay una amplia gama de claroscuros y grises. En esta atmósfera la autora nos da otra enseñanza moral cuando Harry descubre su capacidad de hablar parzel, la lengua de las serpientes y tradicionalmente vinculado este conocimiento a los magos negros; en esta ocasión, y otra vez por medio de Dumbledore, Harry aprenderá que el conocimiento no es malo en sí, sino el uso que se hace de éste.

Otro punto sutil que nos muestra Rowling es el tema del miedo, expresado de forma diferente en cada ser humano y tratado de forma muy visual en el tercer libro cuando Harry y sus amigos tienen que enfrentarse a un boggart, un elemental que adopta la forma de aquello que la persona más teme, curiosamente el caso contrario del espejo de Oesed. El profesor de defensa contra las artes oscuras, Lupin, les dará una lección vital al enseñarles que para vencer el miedo tienen que aprender a aceptarlo, convivir con él e incluso reírse de aquello que les trastorna.

Otra forma de vencer obstáculos y problemas es llamando a las cosas por su nombre, de ahí que Lord Voldemort el villano de la serie prohíba a todo el mundo nombrarle directamente y por ello Harry y Dumbledore no tendrán ningún remordimiento en no sólo nombrarlo sino en emplear el verdadero nombre de su enemigo, Tom Riddle.

Elementos simbólicos

Uno de los personajes más relevantes a lo largo de toda la serie es Dumbledore, el maestro de Harry y director de la escuela de magia Howarts. Dumbledore encarna el prototipo de sabio y es obvio que la autora se ha inspirado en las figuras de otros renombrados magos como Merlín o Gandalf, en más de una ocasión J.K.Rowling se inspira en Tolkien y en cuanto a la mitología artúrica hace alusión a ella citando directamente a Merlín por no decir que el cuarto libro es Harry Potter y el Cáliz de fuego. El paralelismo con el grial artúrico es más que evidente, si bien su finalidad en la saga de Harry es diferente. El cáliz de fuego hace una selección entre los alumnos de Howarts para el torneo de campeones, mientras que el grial sagrado solamente puede ser alcanzado por los caballeros puros de corazón, en ambos casos vemos un elemento mágico de extraordinarias propiedades que selecciona a aquel que está preparado para utilizarlo. Esta misma situación ocurrirá con la espada de Godric Gryffindor o con las varitas mágicas que reaccionan ante alguien adecuado para usarlas. ¿Acaso Excalibur no selecciona también quien será el futuro rey de Inglaterra?

En el transcurso de la serie de libros se hacen constantes guiños a personajes reales e históricos, así se cita a los alquimistas Paracelso y Nicolás Flamel o a la filósofa del siglo XIX H.P.Blavatsky que aparece citada en el tercer libro de la saga. En el caso de Nicolás Flamel no se le nombra por coincidencia pues su historia está directamente asociada a la piedra filosofal, elemento alquímico que no solo representa la capacidad de transformar el plomo en oro y conseguir la vida eterna sino que además simboliza un proceso de evolución pues implica que para conseguir dicha transformación uno también debe cambiar interiormente y transformar el plomo de sus defectos en el oro de sus virtudes. Incluso se citan restos arquitectónicos y pueblos de la antigüedad vinculándolos a la magia, por ejemplo se cita que en Egipto habían magos.

Se nombra también a Casandra, la princesa troyana que tenía la capacidad de predecir el futuro.

Rowling adopta muchos elementos de la mitología como el hipogrifo o el fénix, este último se haya presente en múltiples culturas, representa el proceso de reencarnación del alma humana, el pájaro renace de sus cenizas transformándose en uno distinto pero manteniendo su esencia.

Hay sirenas, fantasmas y lechuzas que en la Grecia clásica vinculaban a Atenea, diosa de la sabiduría y de la guerra interior. La serpiente acostumbra a tener en la saga un significado peyorativo, sin embargo como elemento representativo del conocimiento aparece desde en el caduceo de Hermes hasta en el símbolo de las farmacias.

Parvati una de las compañeras de clase de Harry es el nombre de una deidad hindú, por otra parte Nagini la terrible serpiente de Voldemort es el nombre que en la India reciben las esposas de los reyes serpiente o Nagas, estas mujeres serían mitad mujer mitad serpiente por lo que la elección de este nombre no es mera coincidencia.

El rayo de Odín y Zeus aparece grabado en la frente de Harry, del mismo modo nuestro héroe actuará con la misma contundencia, velocidad y determinación cuando se ve acosado por los peligros, sacando lo mejor de sí cuando es más necesario.

Y en ralidad, a lo largo de 7 libros encontramos numerosos simbolos de diferentes naturalezas, pero más vale dejar algo por descubrir y leer la saga.

El éxito comercial de la marca Harry Potter es indiscutible, pero más allá de los apabullantes datos lo que nos queda para la posteridad es una historia que tiene todos los elementos de convertirse en un  clásico y que ha hecho que muchos niños y jóvenes adquiriesen afición por la lectura. En realidad esta saga ha encandilado no solo a los más jóvenes, sino a muchos adultos que también se han dejado llevar por la magia de la saga, en la que indiscutiblemente todos nos podemos sentir identificados y a la vez rememorar las más fantásticas aventuras solo con abrir las páginas de estos libros.


FUENTE: www.revistaesfinge.com (por Santiago Ures)

miércoles, 13 de septiembre de 2017

Algunos casos de cómo se aplicaba la justicia en la Edad Media - Artículos



1. Rose de Savage

En 1280 una mujer llamada Rose de Savage fue secuestrada mientras caminaba hacia la iglesia, por un grupo de hombres que la llevaron a casa de su líder, John de Clifford.

Clifford desnudó a Rose con ferocidad y abusó sexualmente de ella. Luego fue recluida en una habitación donde permaneció aislada durante dos largos años. Clifford pretendía dejarla cautiva hasta su último aliento, sin embargo, en noviembre de 1282, la joven logró escapar dando un peligroso salto desde la ventana.

Rose sabía que no podía sentirse a salvo mientras Clifford se encontrara en libertad, así que procedió a acusarlo de violación ante la corte. Irónicamente, Clifford logró salirse con la suya negando los cargos y Rose terminó asumiendo la condena. La justicia en la Edad Media convirtió a la víctima en victimario, resolviendo que la denuncia era falsa, pues la traumatizada Rose no logró proporcionar la fecha exacta de la violación.

2. El juicio del Cadáver

En la Basílica de San Juan de Letrán de Roma, en enero de 897, se celebró un juicio macabro, bautizado como el Juicio del Cadáver o el Concilio Cadavérico. El Papa Formoso, fallecido 9 meses antes, fue exhumado y colocado en una silla en la sala del tribunal, para que compareciera ante la ley de la iglesia.

El extraño acto fue conducido por el Papa Esteban VI, quien le hablaba al Papa Formoso, descompuesto y vistiendo ornamentos papales, como a un hombre vivo. En este escenario lúgubre, fue juzgado y hallado culpable por perjurio y por infringir las leyes eclesiásticas.

Como castigo, al Papa Formoso fue despojado de su vestimenta papal, además le cortaron los tres dedos que usaba para bendecir a los fieles. El Papa Esteban VI, sin ningún recato, pidió que su cuerpo fuera arrojado al río Tíber para que “desapareciera de la faz de la tierra”.

3. Stadelin de Boltigen

Entre 1392 y 1406, en el municipio de Boltigen, Suiza, se rumoreaba que un granjero, Stadelin, pactaba con entidades demoníacas. La habladuría era propiciada porque de las hectáreas del granjero brotaban los mejores cultivos de la región, incluso en tiempos desfavorables para la cosecha.

“Stadelin es un hechicero capaz de controlar el clima y lanzar maldiciones a otras tierras. Invoca a los rayos para destruir nuestras siembras” refunfuñaban los locales, que con sus historias ennegrecieron la suerte del hipotético brujo.

Su fama lo convirtió en el terror de la comuna, y fue arrestado y torturado hasta admitir todo lo que se afirmaba sobre él en todo Boltigen. A Stadelin no le quedó otra alternativa que confesarse culpable y fue quemado en la hoguera junto a su esposa, a quien arrastró con él al fuego, alegando que ella fue copartícipe de los rituales mágicos que supuestamente realizaba.

4. La matanza a leprosos

Una de las teorías conspirativas más extrañas en épocas medievales tuvo lugar en 1321, específicamente en Francia del sur, donde se propagaba la noticia sobre una supuesta amenaza, que apuntaba que los enfermos de lepra planeaban infectar los pozos de agua, con el fin de propagar esta enfermedad que se pensaba incurable por todo el país.

El aparente objetivo era debilitar al gobierno con un contagio eminente para que un rey musulmán se apoderara de la ciudad. No obstante, pese a que se trató de un rumor que derivaba del fervoroso rechazo hacia los enfermos de lepra, el rey Felipe V ordenó a la justicia de la Edad Media que encarcelaran a todos los leprosos del país, acusándolos de traición.

Una turba enfurecida atendió el mensaje y ejecutó una terrible cacería de leprosos, masacrando a niños, mujeres y hombres de todas las edades, con el consentimiento del regente. Mientras que miles de los que pudieron sobrevivir al juicio, fueron quemados en la hoguera… Fuera a manos del pueblo o de la ley, fueron condenados a morir de cualquier forma.

5. El juicio por combate del conde Gero de Alsleben

En la Europa medieval el juicio por combate era un recurso que no siempre era concedido, pero en aquellos casos en los que procedía, los hombres luchaban entre sí para resolver acusaciones en ausencia de testigos. Quien resultara ganador, era poseedor de la verdad, mientras que el perdedor debía ser ejecutado.

En 979, el conde Gero de Alsleben y un sajón llamado Waldo, se enfrentaron a un juicio por combate por causas que quedaron olvidadas en el registro histórico. En la riña judicial, Gero le cortó el cuello a Waldo, pero antes de caer muerto, Waldo alcanzó a propinarle un fuerte golpe en la cabeza al conde, dejándolo inconsciente por varios minutos.

Gero sobrevivió, sin embargo la justicia de la Edad Media decidió que, por haber quedado como muerto antes de que Waldo falleciera, técnicamente se convertía en el perdedor de esa disputa. Así que el emperador Otto II ordenó que fuese decapitado, quedando el combate con pena y sin un ápice de gloria.


FUENTE: supercurioso.com (por Olga Villanueva)

miércoles, 6 de septiembre de 2017

Otro punto de vista: La llorona - Artículos



No es asombroso que un fantasma, como la Llorona, busque venganza. Más extraño sería que aspire a la reconciliación con las circunstancias que la condujeron a la muerte, pero quizá de eso se trata esta historia después de todo.

Todos conocen la historia de la Llorona: aquella mujer que ahogó a sus hijos en el río y luego se quitó la vida, vagando eternamente después de muerta y, desde luego, llorando desconsoladamente.

Más allá de las versiones localistas de la historia, cuya leyenda parece haberse originado en México, podemos sintetizar su drama del siguiente modo:

El espíritu de una mujer, vestida completamente de blanco, recorre las calles y rutas a altas horas de la noche, mientras llora de culpa, incapaz de encontrar el alma de sus hijos.

Ahora bien, mujeres que han muerto de forma trágica hay muchas, incluso luego de cometer crímenes atroces como los que se le atribuyen a ella, pero Llorona, después de todo, hay una sola. ¿Cuál es el rasgo que la hace especial?

O mejor dicho: ¿por qué llora?

Si analizamos el caso en términos antropológicos, veremos que el asesinato de sus hijos, su suicidio, o el drama pasional que la condujo a la locura, no tienen nada que ver con su destino ingrato.

Lo cierto es que todos los rasgos visibles de la Llorona: su vestido blanco, su pelo azabache, su incesante peregrinar en llanto, no nacieron con esta leyenda. De hecho, esas características ya eran bastante conocidas en la Edad Media.

La clave para saber por qué llora la Llorona está en su vestido blanco.

En la Edad Media se creía que si una mujer era enterrada con un vestido totalmente blanco o negro, sin ningún detalle de color rojo, como una rosa, un trozo de tela, un pañuelo, su alma estaba condenada a vagar después de muerta.

Algunos antropólogos deducen que esta tradición procede de oscuros ritos funerarios de una era ya olvidada, pero que acaso representa el tributo de sangre que el difunto debe abonar para acceder a las estancias eternas.

En cualquier caso, la mujer que era enterrada sin algo de color rojo, regresaba de la tumba para conseguirlo; en general, utilizando la sangre de quienes la habían enterrado.

Si dejamos de lado todos los detalles circunstanciales en la leyenda de la Llorona, y nos quedamos únicamente con el hecho de que fue enterrada con un vestido blanco, sin ningún detalle rojo, esto solo explicaría su reaparición.

Lo curioso es que la leyenda medieval sostiene que las mujeres que regresaban de la tumba en estas condiciones, lo hacían como si nada hubiese ocurrido entre su muerte y su resurrección, de tal manera que evidenciaban los últimos pensamientos y emociones que sintieron antes de fallecer.

En el caso de la Llorona, es lógico deducir que lo último que hizo antes de morir fue llorar por todo lo que le había sucedido.

Por eso llora la Llorona: no por haber ahogado a sus hijos, tampoco por haber sido abandonada por aquel soldado lenguaraz, y menos todavía por haber cometido suicidio.

Después de todo, quizá la Llorona recorre los mismos caminos, noche tras noche, no para vengarse del hombre o de las circunstancias que le quitaron la vida, sino para encontrar aquel color perdido, aquel tributo, que Caronte exige para entrar en sus dominios, y así olvidar para siempre su pasado.


FUENTE: Extraído en su totalidad de www.elespejogotico.blogspot.com.ar (por "Aelfwine" Sebastián Beringheli)

martes, 5 de septiembre de 2017

La luz al final del túnel - Artículos



Seguramente todos han oído hablar de la luz al final del túnel, es decir, aquello que muchas personas con experiencias cercanas a la muerte describen como el escenario inmediatamente posterior al fallecimiento del cuerpo físico.

En este artículo intentaremos ir un poco más lejos y tratar de averiguar qué hay del otro lado de la luz blanca al final del túnel.

En principio podemos decir que el proceso de la muerte, si tomamos en cuenta las experiencias de aquellos que han regresado tras algunos minutos de muerte clínica, consta de seis etapas. Probablemente haya muchas otras más, pero en el caso de las personas que vuelven a la vida, la lista se resume a seis:

1- La muerte física propiamente dicha.

2- El túnel y la luz blanca al final.

3- El otro lado del túnel.

4- Encuentro con seres queridos.

5- Repaso de la vida en la tierra.

6- Regreso del alma al cuerpo físico.

Lo curioso es que muchas personas con experiencias cercanas a la muerte declaran haber visto un túnel y una luz blanca y brillante al final, pero pocos, en todo caso, sostienen haber llegado del otro lado.

El Bardo Thodol —o Libro tibetano de los muertos, especie de manual que explica las aventuras que el alma debe atravesar del otro lado— explica que la luz al final del túnel no es en modo alguno un faro o un portal interdimensional hacia el más allá, sino justamente lo contrario.

De acuerdo a la tradición tibetana, se trata del camino de regreso al plano físico.

Casi todos los que han vivido esa experiencia coinciden en afirmar que la luz al final del túnel es sumamente atractiva, como una especie de imán que atrae al alma hacia ella. Esto, de acuerdo al Bardo Thodol, es el primer obstáculo que el alma debe enfrentar. Si atraviesa el túnel y entra en la luz, el alma regresará a su vehículo físico en la tierra.

¿Qué tienen en común todas las personas que han muerto clínicamente y han regresado a la vida?

Precisamente que han regresado. El testimonio de aquellos que no lo han hecho, me temo, es algo que solo podremos averiguar personalmente.
Ahora bien, siguiendo esta tradición, la luz al final del túnel es algo así como un gran salón en donde se archivan todos los recuerdos personales del alma. En este contexto: el Bardo Thodol aporta una visión todavía más sobrecogedora.

No solo el alma observa sus experiencias en la tierra, sino que en cierta forma las revive, y todo dentro de una especie de salón de proyección con una visión panorámica en 360 grados.

Lo extraño es que la perspectiva desde la cual el alma revive su paso por la tierra no es personal, es decir, no observa esos recuerdos desde su propio punto de vista, sino desde el de las personas que conoció en su vida.

De esta manera, el alma puede ver y sentir tal como otros lo vieron y sintieron en el plano físico, pudiendo entender tanto las alegrías como el sufrimiento que brindó a los demás.

Tras este repaso de la vida terrenal el alma puede o no ser enviada de nuevo al plano físico, sin importar sus objeciones. De acuerdo al testimonio de las personas que aseguran haber estado ahí, ninguna ha manifestado el deseo de regresar. Todo lo contrario, cuando se le comunica que su tiempo aún no ha llegado, y que debe volver a su cuerpo, sienten un tremendo vacío.

En este punto, nuevamente, solo podemos analizar las experiencias de aquellos que sí han vuelto a la vida.

Generalmente, hay amigos, familiares y seres queridos que reciben al alma del otro lado de la luz al final del túnel. El Bardo Thodol sostiene que este es el segundo obstáculo.

De acuerdo a la tradición tibetana, estos seres solamente asumen la forma de aquellas personas que han sido importantes en la vida terrenal del sujeto.

Según el Bardo Thodol, seguir a estos seres hacia la luz implica ciertos riesgos.

Por un lado, se produce el corte final con el cuerpo físico, de tal manera que ya no es posible regresar. Por otro lado, tampoco es que el alma se reencuentre aquí con sus seres queridos, sino que a continuación debe atravesar por un proceso sumamente extraño.

En este punto, el alma se recicla —a falta de un término más apropiado— a sí misma, despojándose de casi todos sus recuerdos. La sensación que se experimenta es de total familairidad, como si hubiésemos estado muchas veces en ese sitio.

Este es el tercer obstáculo, según el Bardo Thodol.

Una vez que ha sido despojada de sus recuerdos, el alma es evaluada por una presencia que, de acuerdo a los tibetanos, puede ser entendida como una especie de guía, aunque su función se parece mucho más a la de Caronte, el barquero de los mitos griegos.

Este guía evalúa el grado de conocimientos del alma, es decir, cuánta información todavía se conserva en su memoria. Si esta recuerda demasiado, debe atravesar de nuevo por el proceso de borrado y reciclaje.

No obstante, los recuerdos de nuestras vidas pasadas no se borran completamente, sino que se almacenan en los sustratos más profundos del subconsciente. El guía, en todo caso, verifica que esos recuerdos no se encuentren disponibles para la conciencia.

El cuarto obstáculo es acaso el más difícil de superar.

El alma es bañada, literalmente, por una sensación infinita de amor. Lo más habitual, según el Bardo Thodol, es seguir esa vibración, la cual nos conduce de nuevo hacia el ciclo de reencarnaciones. Negarse implica romper definitivamente con ese ciclo.

Según esta tradición, la vida en la tierra es una ilusión, lo mismo que las causas y mecanismos del karma, e incluso la vida en el más allá. La liberación se consigue únicamente cuando el alma entiende que ella misma posee la habilidad para crear mundos, universos enteros, y poblarlos con su propia conciencia.

Sin embargo, la mayoría de las almas se sienten seducidas por esa sensación de amor, de esperanza, de compasión; que a su vez conducen a un nuevo ciclo de reencarnaciones. Al rehusarse, el alma rompe el ciclo de ilusiones y se integra a la fuente, siendo capaz de tomar decisiones por ella misma.

Esta prueba, decíamos, es el último umbral hacia la verdad. Según el Bardo Thodol, únicamente aquellos que se entrenan para enfrentar esos obstáculos pueden superarlos, ya que, en definitiva, el más duro de todos es superar el concepto de YO, la arrogancia del ser, que a su vez conduce al miedo.

Paradójicamente, al aceptar la propia autoaniquilación el alma se libera de toda atadura.

¿Por qué?

En este sentido, el Bardo Thodol sostiene que nuestro plano y todo lo que se encuentra dentro de él está signado por la dualidad. La vida, los pensamientos, las acciones, poseen una carga que puede ser positiva o negativa, y que en cierta forma tiende al equilibrio.

El deseo de vivir, pero sobre todo la negación a prepararse para la muerte, desbalancean ese equilibrio y alimentan la idea falsa del ser, que busca sobrevivir por todos los medios, sin entender que la verdadera supervivencia se da, curiosamente, a través de la autoaniquilación del Yo.

Lo extraño es que el apego a la vida es, según el Bardo Thodol, una especie de garantía para la inseguridad, para el miedo, que se traduce en un temor insensato a la muerte. Esto, a su vez, induce al alma al deseo de volver a vivir en el plano físico más allá de todo.

Los conceptos tibetanos sobre la vida más allá de la muerte, o mejor dicho, de lo que realmente hay en la luz al otro lado del túnel, se expanden y se contraen de un modo que quizá nos produzca cierto rechazo. Y no es para menos. Cortar con la rueda de las reencarnaciones, al parecer, tiene un precio que muy pocos están dispuestos a tributar.


FUENTE: Extraído en su totalidad de elespejogotico.blogspot.com.ar (por "Aelfwine" Sebastián Beringheli)

 
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