jueves, 23 de marzo de 2017
Investigación en el monasterio abandonado de Carmona - Artículos, Leyendas y Lugares malditos
jueves, marzo 23, 2017
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Nota: El siguiente artículo fue realizado por un grupo de investigadores paranormales, abajo de todo podrán consultar la fuente.
¿Quién no ha oído hablar del Monasterio del Diablo, también conocido como Monasterio de Carmona o de la Huerta de San José? Todo apasionado del misterio conoce este tétrico enclave y, sobre todo, su siniestra o macabra leyenda. Hasta allí hemos acudido para realizar una investigación y esto fue lo que nos encontramos…
Un poco de historia
Allá en el año 1620 se levantó este imponente monasterio para albergar una congregación de Franciscanos, los cuales fueron sucedidos por Dominicos y Carmelitas creando así un internado para la iniciación de los novicios. Como ya es conocida la doctrina de estas congregaciones, sobrevivían de la caridad humana del pueblo colindante, de la huerta que cultivaban, así también como del ganado que pudiesen criar. Pero la carencia de agua evitaba regar las cosechas adecuadamente y limitaba el sustento tanto de los animales como de ellos mismos. Aquella escasez no tenía explicación lógica, puesto que el pozo que abastecía a dicho monasterio, se encontraba cerca de un acueducto subterráneo de la época romana con abundante flujo de agua.
Los vecinos acudían cada Domingo a escuchar las misas que ofrecían y no es hasta llegada la Guerra Civil Española cuando la necesidad de comida y supervivencia dejaron a un lado la fe y el no pecado.
La falta de alimentos causado por la situación del país los obligó a salir cada noche para robar comida de las fincas cercanas, regresando al recinto con sus ropas rasgadas debido a las mordeduras de los perros que guardaban los campos. Imagínense lo que pudo llegar a afectarles ir en contra de lo que ellos comulgaban. Con el tiempo fueron descubiertos y denunciados a las autoridades eclesiásticas, quienes juzgaron a los frailes llegando a cerrar el monasterio y trasladándolos a distintos puntos. Curiosamente en la bibliografía de Carmona no consta ningún informe historiográfico del convento, como si alguien hubiese querido borrar las memorias del lugar, o desearan ocultar las hazañas de estos religiosos. Solo se dispone de dos documentos que confirman la existencia física y la historia de este monasterio.
La leyenda
Pero llegamos a la parte más espeluznante de esta historia. Una leyenda que, podría no ser tan leyenda. Los acontecimientos que se exponen son tan terroríficos que sería conveniente tomarlos como ficticios. Asimismo los hechos son tan extraordinarios que restan veracidad al relato. Pese a todo les dejamos la transcripción del documento donde el único fraile que consiguió sobrevivir narra, de su puño y letra, su versión de los eventos. El individuo llego a confesarse culpable de los actos, cosa que no fue creíble por su constitución física. El día del suceso fue la mañana del 25 de noviembre de 1680.
De una parte, José Díaz de Alarcón, escribano, y por otra, Juan Rodrigo Perea, Fraile dominico, en unión con alguaciles, fuerzas públicas y religiosas, nos narra así los incidentes ocurridos:
“Yo señores, me hice fraile dominico en el convento de San José, donde entré en el noviciado hace ya tres años poco más. En la mañana del 20 de noviembre de éste año de nuestro señor (1680), entró por parte de Cantillana, un aspirante que dijo llamarse según recuerdo Don Jaime Maldivas, y que fue aceptado con plena satisfacción por parte del padre Prior y demás. Este hombre era alto, de cejas muy pobladas, con nariz aguileña y su cara tan fina como una espada. Nunca le vi en compañía de otros en la huerta o en la capilla, por lo que nos extrañó.
Yo, señores, no sé como ocurrió, que en la mañana del 25 de noviembre del susodicho año, cuando desperté no encontré la puerta de mi celda abierta como era de costumbre (pues como ustedes saben todas las noches no echan llaves y cerrojo) y creyendo que era aún muy temprano, me entregué a profundas meditaciones. Después de esperar un rato, sentí por fin unos pasos débiles que provenían del pasillo y que venían a morir justo ante la puerta de mi celda. La misma, de un suave rasquido, quedó abierta; pero cuanta fue mi sorpresa, al comprobar, que detrás de ésta no había nadie, permaneciendo el pasillo totalmente sordo en cuanto a rezos e invocaciones. Entonces fue cuando pensé que quizás la primera misa ya hubiese empezado y eso significaba que me había quedado dormido y recibiría castigo, pero al ver que las puertas de las celdas de mis compañeros estaban abiertas de par en par, me quedé pensativo un momento, para después salir corriendo hacia la capilla. Cuando llegué, no vi a nadie, y me entró un calor desde la garganta hasta el pecho, cuando oí unos lamentos a media voz que al parecer provenían de la cocina que estaba al lado de la capilla. Salí precipitado por los pasillos del convento dando voces, llamando al Padre Prior y demás frailes, pero ni uno ni otros me contestaron, por lo que decidí partir a la ciudad para avisar a más gente y averiguar lo que pasaba.
Fue ésta mi intención desde un principio, pero no lo hice así, ya que esos lamentos, de los que antes hablé, parecían perseguirme a todas partes y aunque quise salir del convento, algo me empujó hacia la cocina. Cuando entré los gemidos se sentían tan fuertes dentro de mí, que creí que era yo mismo el que los producía, que en mi tenían desarrollo y manifiesto. Pero pronto advertí que el lugar de su procedencia era el sótano y sin poderlo remediar, me vi no sé como bajando sus inclinados escalones. Maldita sea, señores, maldito sea el momento en que entré en aquella habitación, pues al ingresar hallé al Padre Prior y a los demás frailes colgados de los ganchos donde solíamos poner los cerdos, jamones y embutidos.
Yo, señores, al visualizar aquel marco infernal y sangriento, comencé a ver también unos seres pequeños, que apiñados alrededor de los cuerpos muertos, comían sus carnes. En aquel momento, experimenté un mareo pasajero, y pude observar, como los seres que mencioné se reunían en uno solo de aspecto repugnante y enorme, viniéndome a decir estas palabras: “Te dejé vivir para que proclamaras mi venida al mundo”. Entonces, un fuego comenzó a propagarse por el sótano. Como tenía los sentidos agarrotados no pude mover músculo alguno para salir corriendo. Pero luego de unos instantes cuando reaccioné y pude hacerlo, la misma voz de antes, me manifestó: “Ve y di que Satán está aquí”. Lo demás señores ya lo conocen y quisiera que no se me volviese a tachar de loco, pues ustedes mismos y el pueblo entero ha sido testigo de lo que después ocurrió y ya, si me lo permiten vuestras mercedes, quisiera marcharme, pues espero salir ésta misma tarde hacia Sevilla. No quiero volver más a ésta ciudad”.
Este fue el testimonio que narró el único fraile superviviente. Cualquiera diría que habría sufrido delirios por hambruna, pero la parte donde dice: “…señores ya lo conocen y quisiera que no se me volviese a tachar de loco, pues ustedes mismos y el pueblo entero ha sido testigo de lo que después ocurrió…” fue confirmado por el alguacil redactando esto:
“Yo, Don Alonso Sans de Heredia, alguacil de las torres doy fe, que la tarde siguiente después de la declaración que dio aquella mañana este fraile al que acabamos de oír, entramos con otros alguaciles y otras gentes de la villa y vimos como en el sótano, estaban ciertamente colgados multitud de monjes y el Prior a quién yo mismo pude conocer, desangrados y descarnados. Inmediatamente se dio la orden de que se bajaran y se enterrasen.
Como no vimos ni escuchamos nada sobrenatural en aquel convento, mandé también a apresar al fraile que nos había contado tantas fantasías. El sujeto se consignó como el asesino real de aquella atrocidad. Pero doy así mismo fe, de que a las siete de la tarde, cuando se estaban enterrando los cuerpos en los huertos, fui testigo, con varios más, de un fenómeno sobrenatural. El mismo consistió, como todos pudimos comprobar, en un oscurecimiento del cielo y el surgimiento de un rostro horrible entre dos columnas de fuego, que se declaró como autor principal de aquellas atrocidades. Más tarde, de un fulminante rayo, descendió una luz blanca, que trajo consigo aquel ser de forma más humana aún. Mandé entonces a que absolvieran al fraile y que apresaran aquel ser maligno o lo que fuese, pero apenas di la orden, todo el mundo salió corriendo, y yo, al verme solo, no pude sino copiarles del mismo modo.
Doy fe, también, que al siguiente día y tras avisar a los obispos letrantes de Sevilla, nos presentamos nuevamente en aquel sitio con personas voluntarias, portando cruces y Biblias, para echar a esa entidad endemoniada de ésta santa ciudad.
Cuando llegamos, apareció el horrible ser, en lo alto del campanario de los curas y mandando a derribar la puerta, envié a muchos compañeros y soldados para conseguir echarlo o mejor aniquilarlo con los objetos sagrados antes mencionados. Varios hombres arribaron hasta el lugar indicado. Sin embargo, pronto fueron despedidos como muñecos desde la torre al suelo donde estábamos, otros desaparecieron misteriosamente. Satán se enojó y un fuerte trueno sonó en el cielo, el viento se desplazó velozmente haciéndonos rodar por el piso. Cuando nos pudimos levantar, vimos como la criatura se abrió el pecho (en él se pudo contemplar toda clase de atrocidades y endemoniadas formas humanas) acto seguido dijo: “Perezca todo y todos” y en ese momento un temblor enérgico destruyó el convento y muchos de los que estaban allí perecieron. Al siguiente día, cuando despertamos, nos hallamos entre cuerpos muertos, pues pocos quedamos con vida. Marchamos como pudimos con nuestras extremidades lesionadas y ordenamos que aquel lugar fuera sembrado de sal para alejar al demonio y desposeer de todo mal aquel lugar sagrado. Después de esto no volvimos a oír ni ver nada que indicase que aquel ser estuviese aun con nosotros”.
Una noche en el monasterio
La historia no podía ser más terrorífica, pero era idónea para realizar una investigación allí. Preparamos todos los equipos y pusimos rumbo hacia Carmona.
Desde la lejanía se podía vislumbrar aquel imponente enclave. Estaba claro que el vandalismo y el paso de los años habían destruido parte del recinto. Como solemos hacer, llegamos de día con el fin de observar el estado de la infraestructura del edificio. Realizamos un recorrido sobre las cinco de la tarde justo en la zona donde se encontraba el sótano ya mencionado, donde supuestamente aparecieron colgados aquellos frailes.
Iniciamos una ronda de preguntas con grabadora en mano para intentar capturar alguna psicofonía. De forma repentina llegaron cuervos de procedencia desconocida y fueron colocándose uno a uno en las alturas de las ruinas. Sus picos negros nos apuntaban fijamente. Asombrados por la actitud de estos pájaros y sin dejar de observarlos continuamos con la sesión.
Al formular una interrogante los cuervos cantaban al unísono, como si nos respondieran. Sorprendidos repetíamos la hazaña, para probar si aquello fue producto de la casualidad y una vez más volvieron a graznar.
Decidimos trasladarnos a un lugar donde percibíamos un olor a incienso quemado muy intenso. Buscamos plantas por todos los alrededores que pudiesen ser las causantes de aquel característico olor de botafumeiro, pero fue en vano. Al recorrer la parte de arriba donde se encontraban las celdas los cuervos desaparecieron.
Al caer la noche teníamos ubicadas las zonas más activas del lugar o las que pensábamos que podrían serlo. Estábamos colocando los equipos cuando los perros de las parcelas cercanas comenzaron a aullar de una manera extraña, erizándonos la piel por completo. En ese preciso momento carecíamos de grabadoras o cámaras activas, pero al dar comienzo con la investigación no tardarían en emitir los desgarradores aullidos nuevamente. La noche se tornaba escalofriante: Golpes en la planta superior, voces en la spiritbox PSB-7, cambios de aroma (de incienso a putrefacto), animales comportándose raramente… Fueron algunos de los fenómenos que padecimos aquella oscura madrugada.
Pero lo que más nos hizo estremecer fue uno ocurrido durante el descanso. Decidimos meternos en el coche para resguardarnos de la gélida noche cuando, comentando entre el equipo lo que estábamos experimentando y mientras algunos fumaban, escuchamos perplejos el lamento de un hombre en las profundidades del monasterio. Todos de forma repentina giramos nuestras caras hacia el enclave buscando la procedencia de aquel terrorífico alarido. Al principio dudamos de si lo habíamos oído todos pero consultándonos corroboramos que si. Nos recordó la leyenda donde aquel fraile, a solas por el monasterio, escuchó aquellos desgarradores lamentos.
FUENTE: mundoparapsicologico.com (por Jessica Luque). Correcciones: Admin Oscuridad Oculta
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