lunes, 27 de junio de 2016

El Muroi, un demonio poseedor de cadáveres - Artículos



El Muroï, originalmente considerado un demonio, integra también la desmejorada raza de vampiros proveniente de lo que actualmente es la República Checa. Su nombre, evocador como casi todos los demonios, significa literalmente «destino», en un sentido más cercano a la fatalidad que a la buena ventura.

Se dice que este demonio sólo es capaz de tomar posesión del cadáver corrupto de una persona maligna, particularidad que lo ubica como uno de los réprobos más populares entre políticos y banqueros.

Sus primeras leyendas medievales aclaran que el Muroï está ferozmente enfrentado contra todos los símbolos de la fe, incluso aquellos que orbitan en la periferia de la ortodoxia, como el Golem, según los mitos hebreos, una especie de homúnculo o autómata que puede ser creado por un rabino.

Su nacimiento, de hecho, es precedido por una serie de signos inconfundibles; uno de ellos, consiste en la aparición de lágrimas de sangre en todas las imágenes de la Virgen María cercanas a su cubil, que probablemente expresa dolor y ofensa frente a lo abominable de su presencia.

La única forma de que el Muroï no articule sus ataques es identificando el cadáver del poseso y removiendo su corazón. Si esta precaución es pasada por alto se debe solicitar la ayuda de un rabino o un sacerdote católico para que se enfrente con el engendro. Esta batalla no se desarrolla en el terreno filosófico, sino directamente a los garrotazos.

Cuando su presencia es denunciada por las imágenes de la Virgen María que lloran sangre, el rostro del Muroï adquiere un tinte rojo bastante característico. Su voz desaparece; en cambio, es reemplazada por prolongados llantos que paralizan a los incautos que tienen la mala fortuna de cruzarse con él.

Ciertos demonólogos sostienen que su lamento no es escuchado por todos sino únicamente por quienes están destinados a ser sus víctimas.

Si bien este demonio-vampiro resiste la luz del sol, el ajo y los crucifijos, durante el día prefiere ocultarse en su ataúd o en cualquier otra guarida que le permita recuperar sus fuerzas. Para descubrir la ubicación precisa de su escondite se debe trasladar una imagen de la Virgen María y aguardar el brote lacrimógeno, cuya frecuencia e intensidad son directamente proporcionales a su cercanía con el réprobo.

Estas precauciones tienen que ver con la idea de que el Muroï sólo puede ser vencido dentro de su guarida, durante el día, y siempre bajo el patrocinio de la Virgen María. Una vez extirpado el corazón, se le debe arrancar la piel entre el dedo pulgar y el dedo índice de las manos con unas tijeras de acero.

Nadie, hasta ahora, ha logrado interpretar satisfactoriamente la importancia de esta mutilación, aunque algunos eruditos conjeturan que el Muroï utiliza la piel interdactilar a modo de megáfono, es decir, para aumentar la intensidad de su llanto y dirigirlo hacia la víctima que previamente ha seleccionado.

Todo parece indicar que cuando este sistema falla, el Muroï puede morir nuevamente si se lo reduce a cenizas.

Su muerte, sin embargo, no trae consuelo a sus víctimas. Quienes han escuchado el llanto de este demonio lo sentirán durante el resto de sus vidas como un zumbido lejano, persistente y aterrador que palpita en lo profundo de los oídos.

Las imágenes de la Virgen María que han llorado sangre para denunciar su aparición continuarán vertiendo lágrimas incesantemente, hasta que sus siluetas sean ya indistinguibles de la costra sanguinolenta que las recubre.



FUENTE: elespejogotico.blogspot.com.ar

martes, 21 de junio de 2016

El espejo (Microrelato) por Mauro Croche - Historias de terror



Se miraba todos los días al espejo, esperando encontrarse más hermosa. Pero el reflejo le devolvía, burlón, el atroz paso del tiempo, que suele recrudecerse con el correr de los inviernos.
Convocó entonces al Señor de las Tinieblas, e hizo un pacto con él.
"Tu eterna belleza y juventud, a cambio de las almas de tus hijos".
"Pero, señor mío, yo no tengo hijos..."
"Los tendrás a partir de ahora. Uno cada año, hasta que tu conciencia diga basta".
Y la mujer tuvo 666 hijos, durante 666 años, y a cada uno de ellos los amó y perdió, y los amó y los volvió a perder, hasta que, asqueada de sí misma, en un arranque de furia rompió la superficie oscura del espejo, y con uno de sus fragmentos se arrancó la piel aún radiante del rostro.


Autor: Mauro Croche (www.666cuentosdeterror.com/)

miércoles, 15 de junio de 2016

"Muerte a los Testigos de Jehova" por Mauro Croche - Historias de terror



-Perdóneme padre, porque he pecado. Mi última confesión fue hace dos años. Desde entonces he cometido varios pecados, pero ninguno como el que me tiene a maltraer desde hace cuatro días. El padre, con leve curiosidad, dirigió una mirada a través de la celosía. Alcanzó a ver a un hombre corpulento, arrodillado frente al confesionario con la cabeza gacha. Sus manos colgaban a ambos lados de su cuerpo. Parecía alguien dispuesto a recibir la plegaria de absolución… o un hachazo en la cabeza. El padre volvió a dirigir la mirada hacia sus propias manos, donde un rosario descansaba entre sus dedos. -Continúa, hijo, continúa.
-¿Por dónde empezar? Creo que sería mejor contarle lo de la muerte de mi esposa.
-Te escucho.
-Ella falleció hace unos quince meses. Cáncer de mama. Ella… ella luchó contra su enfermedad hasta el último momento. Al final, de mi querida Mary sólo quedaba un saco de huesos y piel… pero ella seguía luchando. Creo que fue la lucha más conmovedora que vi en mi vida. Pero Dios no se apiadó de ella. Falleció el nueve de Julio del año 2014, a los treinta y cuatro años de edad. Y una parte de mí, qué le voy a contar, murió con ella. Sobre todo la parte de mí que creía. Que pensaba que las cosas que uno vive en esta vida sirven para algo. O que, al menos, tienen un significado. Durante un tiempo lo seguí pensando… hasta que ocurrió lo de hace cuatro días atrás.
-¿Qué ocurrió?
-Primero, debería contarle lo de la muerte de Mary. O mejor dicho, lo que ocurrió después.
-¿Y qué ocurrió después?
-Hubo un funeral. Y mucha gente que iba a visitarme. Familiares. Amigos. Personas que hacía años no veía. Trataron de darme consuelo, pero uno no puede encontrar consuelo en las palabras vacías que se les dicen a los deudos. ¿Cómo se supone que puede ayudar una frase como: “Ya dejó de sufrir”? ¿Qué se supone que quiere decir eso? ¿Que es preferible la muerte al sufrimiento? Si es por eso, entonces ya todos podemos dejarnos morir, porque el sufrimiento forma parte de la vida, nadie está exento de él. Y no me venga con que son pruebas que Dios nos pone en el camino. Yo sé que no es así. Son, simplemente… cosas que suceden. Como cuando una piedra se desprende de un acantilado. No significa nada. Es sólo eso: una piedra que se desprende del acantilado. No tiene sentido buscar significados allí donde no hay nada más que una casualidad.
-¿Y entonces?
-De todas esas personas que vinieron a visitarme durante del velorio, hubo una en especial… Una chica. Luciana, vivía a la vuelta de mi casa. Se notaba que era muy tímida y que le costaba acercarse para ofrecerme su pésame. No era la primera vez que la veía, pero sí la primera que me fijaba en ella. Vestía muy sencillo y su andar era cauto, como si temiera tropezarse con alguien en el camino. Parecía una gacela olfateando el peligro… Se acercó por fin y me dijo algo así como que Dios acogería a Mary en su seno. Textuales palabras. Fue ahí que caí en la cuenta. Debí haberme dado cuenta antes, por su forma de vestir pacata y su mirada huidiza. Luciana era Testigo de Jehová. Yo no tengo mucha simpatía por las religiones, pero la de los Testigos es una de las que más rechazo me da. No sé si habrá leído usted, Padre, alguno de esos folletos que dejan en las puertas de las casas, realmente son patéticos. La forma en que consideran a la mujer, poco más que figurita de porcelana que debe quedarse en la casa para cuidar a los hijos. Los hombres no deben estudiar en las Universidades, porque corren el peligro de caer en soberbia ante los ojos de Dios. Y qué se yo cuántas tonterías más. Eso en cuanto a la ideología. Porque con respecto al fanatismo… son únicos. No hay nadie más cerrado, ciego, fanático y obtuso que un Testigo de Jehová. Discutir de religión con uno de ellos es una completa pérdida de tiempo, es embarcarse en una discusión que nunca tendrá final, pero tampoco principio. En fin. La vi a esa chica y me di cuenta de que era Testigo de Jehová y una lucecita de malicia se despertó en mí. Porque ésa fue otra consecuencia de la muerte de Mary: que yo me volví un ser indigno. Había mucho rencor acumulado en mi alma. Quería que a todos les fuera tan mal como a mí. Que todo el mundo se sintiera tan solo como yo. Y al ver a esa chica angelical, de mirada tan ingenua y pura, que aún no había sido tocada por el mal del mundo… No pude resistirlo. No hay peor cosa para un miserable que ver a un ser lleno de luz caminando a su encuentro con los brazos abiertos. Créame, Padre: ésa es la peor ofensa que en ese momento de mi vida podían hacerme.
Así que lo hice. Comencé mi plan para corromper a la chica. La invité a hablar a mi casa. Le dije que yo había perdido la fe y que ella era la única que podía devolvérmela, a través de sus mensajes y sus revistas de colores. Qué excusa barata, ¿no? Y sin embargo, ella lo creyó de pies a cabeza. Gustosa, quizá pensando que cumplía una misión evangelizadora, comenzó a leerme la Biblia y me hablaba de la palabra de Jesús, de los Apóstoles, del mensaje que dejaba Dios en cada milagro del mundo. Y yo fingía interesarme en sus falaces argumentos, pero en el medio dejaba caer ideas que la incomodaban. Por ejemplo, citaba el famoso acertijo de Epicuro, aquel que sostiene la imposibilidad de un Dios a través de la simple existencia del Mal. O comenzaba a torcerle las preguntas hasta llevarla hasta un punto en que sólo obtenía un azorado silencio de su parte. Ella al final se recomponía y regresaba a su zona segura, pero yo sé que meditaba en mis palabras durante la noche, dando vueltas sobre la cama y preguntándose cómo era que yo la había confundido con tanta facilidad.
Podía ver cómo su fe tambaleaba día tras día, como un árbol de raíces demasiado superficiales hostigado por un viento poderoso. Yo, por mi parte, me sentía dichoso. Por primera vez desde la muerte de Mary, sentía una especie de oscuro regocijo que se me clavaba en el corazón y me hacía desear más. Hasta que un día… bueno, sucedió algo que nunca preví.
Porque yo sólo deseaba quitarle la fe, ¿entiende? Mi plan no iba más allá de ver cómo su alma se marchitaba y quedaba tan negra y devastada como la mía. Pero entonces comencé a percibirlo. Dije anteriormente que nunca lo preví, y es cierto, pero también debí haberlo imaginado, porque son cosas que suceden a diario. Y es que el mal… el mal ejerce una influencia poderosa sobre la gente bondadosa, pero débil. Y eso fue lo que le ocurrió a la pobre Luciana. Ella comenzó, lenta pero inevitablemente, a enamorarse de mí.
Creo que fue ahí donde debí interrumpir el proceso de corrupción. Hacerme a un lado antes de que fuera demasiado tarde. Pero es que Luciana era tan débil, tan dulce, tan tentadora… No pude resistirme. Fingí que su amor se correspondía, y durante los primeros días de diciembre del año anterior decidimos casarnos.
Demás está decir que la verdadera pesadilla de Luciana comenzó allí. Yo, incapaz ya de contenerme, investido en mi papel de marido contenedor y omnipotente, me dediqué a humillarla, de todas las maneras posibles. Ella resistió con verdadero estoicismo y me ofreció la mejilla siempre que pudo, pero era evidente que yo estaba acabando con ella. Enflaqueció de manera notoria y su piel se volvió traslúcida, como la de una medusa. Dejó de rezar por las noches y lentamente, casi en forma imperceptible, fue entregándose a mi paciente oscuridad.
¿Le dije que los Testigos de Jehová son cerrados y fanáticos? Son tan cerrados que discutir con ellos es como discutir con un muro de piedra… Pero a veces también reaccionan. Supongo que lo hacen cuando ya no tienen remedio… una especie de último y desesperado recurso.
Aún me pregunto de qué parte de su ser Luciana sacó las fuerzas necesarias para alzarse ante mí y darme aquel veneno en la comida. Eso fue hace cuatro días atrás… ¿o cinco? No importa. Lo que importa es que yo me comí ese veneno disfrazado. Desde la primera hasta la última miga. Y los retorcijones empezaron a la noche. Mi cuerpo se dobló en dos y expulsó una sorprendente cantidad de sangre. Pedí ayuda a Luciana, pero ella se había hincado para rezar, quizá por última vez. Sentí que me faltaba la respiración y entonces… bueno, ahora estoy aquí, ¿no?
-¿Qué pasó con Luciana?
-No lo sé.
-¿Cómo no lo sabe? ¿Cómo puede no saberlo?
-¿Usted cree en la efectividad del Sacramento de la Reconciliación, Padre? Es decir, si yo realmente me arrepiento de mis pecados, ¿mi alma estará a salvo del Infierno?
-Veo que ahora sí cree en Dios.
-No respondió a mi pregunta. ¿Lo cree, o no?
-Claro que lo creo. De lo contrario, no estaría aquí, escuchándolo.
-Se supone que usted debe otorgarme una penitencia, y luego la absolución, ¿verdad?
-Exacto. Pero de nada sirve si usted no realiza la contrición, el arrepentimiento real del alma.
-Créame que estoy totalmente arrepentido de lo que hecho, Padre.
-Yo le diría que rece el padrenuestro. Durante todo el día, cada vez que tenga un rato libre. Que lo haga durante una semana, un mes, un año si es necesario. Y pida perdón a Luciana por todo lo que ha hecho. Si logra hacer esto desde su corazón, entonces logrará acercarse a la misericordia de Dios. -Lo haré, Padre, juro que lo haré.
-Yo te absuelvo de tus pecados, en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo.
-Amén. Gracias, Padre.
-Ve con Dios, hijo. Y no olvides lo que te dije.
-No, Padre.
El Padre volvió a mirar a través de la celosía. El tipo seguía allí, arrodillado. Su cabeza seguía gacha y las manos en la misma posición que antes. ¿Y no había algo que salía de su cabeza? ¿Algo parecido al humo?
-¿Hijo? ¿Sucede algo malo? Ya puedes retirarte si quieres.
-No funciona.
-¿Qué cosa no funciona?
-La absolución. Vienen a buscarme.
-¿Quiénes?
-Aquellos que moran en el sitio de donde escapé.
-¿El sit… ¿De qué sitio estás habland…
El tipo de repente alzó la cabeza. Su boca se encontraba abierta, y de ella salía humo y fuego. Sus ojos eran dos círculos oscuros enmarcados por lágrimas de sangre. Alzó un brazo en dirección al Padre y comenzó a temblar y a sacudirse. Su cuerpo se dobló hacia atrás y se sintió el crujido de las vértebras al superar el ángulo de torsión permitido por la naturaleza. El hombre comenzó a gritar.
-El veneno funcionó… Estoy muerto, Padre. Escapé del Infierno para tratar de salvar mi alma con la confesión, pero no funciona… ¡No funciona! ¿Por qué no funciona? ¿Por qué no funciona?
Las luces del recinto sagrado se apagaron. Comenzó a escucharse una risa… la risa más enloquecida que el Padre había escuchado jamás. Y gruñidos. Y voces que susurraban obscenidades en la completa oscuridad. El Padre salió del confesionario y entonces sintió que unas manos le rozaban la mejilla, jugaban con su sotana, fingían apretarle el cuello. Se hizo atrás de un salto y las velas del altar se encendieron con un chispazo. En la penumbra del atrio, vio que unas sombras deformadas se movían entre los bancos del púlpito. Y alguien que gritaba y trataba de escapar. Con manos temblorosas el Padre apretó el rosario y preguntó quién se encontraba allí: unas voces le respondieron con aullidos y risas burlonas.
-¡No se atrevan a irrumpir en la Casa de Dios!- vociferó el Padre apretando aún más el rosario-. ¡No se atrevan…
Las luces volvieron a encenderse.
En la iglesia no había nadie.
Nadie a excepción del sacerdote, que temblando se acercó al lugar donde el pecador había intentado su desesperada Reconciliación.

Tampoco allí halló a nadie, a excepción de una marca de fuego, perfectamente cilíndrica, que parecía haber carcomido la madera del piso y se adentraba hacia una profunda, imposible oscuridad.


Autor: Mauro Croche
Todos los derechos reservados. Prohibida su copia o reproducción sin el consentimiento del autor

lunes, 6 de junio de 2016

Diecinueve y treinta - Historias de terror y Creepypastas



Eran las diecinueve y treinta horas y el mucamo corrió presuroso para atender el teléfono.

Es que ya hacia tres días, que no tenía noticias de su patrón el señor Arregui. Levantó el auricular y se produjo el siguiente dialogo:

< Hola Rogelio, habla Juan José.>

< Ah… por fin señor. Ya estaba preocupado. ¿Está usted bien?>

< Si Rogelio no te preocupes, es que tuve que emprender un viaje inesperado y me ausentaré no sé bien por cuanto tiempo.

Todos los días me voy a comunicar con vos para pedirte que hagas algunas cosas que quedaron pendientes.

Detrás del cuadro que está en mi oficina, escrita en el marco, vas a encontrar la clave de la caja fuerte, allí tendrás suficiente dinero para unos meses.

Podrás disponer de él para las cosas de la casa, y por supuesto para tu sueldo.

En el Banco Nación que está en la esquina de casa, tengo una caja de seguridad. Las llaves, el número y una credencial que te autoriza abrirla, también las encontraras en la caja fuerte.

Menos mal que hace ya bastante tiempo, se me ocurrió hacerte este poder, por si se presentaba alguna vez una situación como esta.

En la caja de seguridad, hay acciones de distintas empresas importantes, bastante dinero y algo de oro, vas a manejar todo esto según mis instrucciones.

Siempre confié en vos.

Bueno por hoy es bastante y no quiero atolondrarte con más recomendaciones.

Por ultimo te encargo que les avises a mis amigos, los muchachos del club; que no voy a poder ir más por un tiempo todos los martes y jueves, a jugar tenis como de costumbre.>

< Bueno señor, muchas gracias por su confianza y espero no defraudarlo.>

< Mañana te llamo nuevamente. Chau Rogelio cuidate y gracias.>

Todos los días, a las 19:30 en punto, Arregui se comunicaba con su sirviente, para que le pasara el parte de novedades diarias, y darle las directivas pertinentes a estas.

Nunca mencionaba dónde se encontraba, solo decía que aún no había llegado a destino y que quizás lo haría en pocos días más… "Es que el camino es muy malo e intrincado…" – Decía Arregui. – ­

Así pasaron seis meses, hasta que el patrón por fin dijo haber llegado. Aunque, como era ya habitual, no dijo dónde.

Habiendo ya concluido todos los asuntos pendientes que había dejado en Buenos Aires, con la colaboración de Rogelio, dejó de hacer su llamada rutinaria a la hora establecida.

A estas alturas el asistente era virtualmente el dueño de casa haciendo y deshaciendo a su antojo.

Luego de varias semanas, a la hora exacta de las 19.30 suena el teléfono.

El criado atendió sorprendido:

< Hola Rogelio. ¿Cómo estas? >

< Bien señor. Hacía mucho que no llamaba. ¿Qué pasó?>

< Nada. Sólo estuve tratando de conseguir donde instalarme, me llevó un tiempo.

Allá en Buenos Aires, queda poco y nada por hacer, yo te necesitaría acá conmigo, me serías de gran ayuda.

¿Te parece bien si te mando a buscar en un par de semanas? >

< Si señor, como usted diga. Pero… ¿Dónde se encuentra? >

< Mirá Rogelio, no sé como explicarte. Pero es lejos, prepárate para un viaje largo.

< Hasta luego. Nos vemos pronto. >

< Adios señor. >


El mucamo fue preparando su equipaje en el transcurrir de dos semanas.

Al finalizar la segunda, enciende el televisor casualmente faltando pocos minutos para las diecinueve y treinta.

En el informativo, dan la noticia de un campesino que, caminando por la orilla de la ruta, ve en el fondo de un precipicio tapado por unos arbustos, un automóvil en cuyo interior, se hallaba el cadáver de un hombre en avanzado estado de descomposición.

La noticia capturó su atención de inmediato y se paró frente al aparato para escuchar bien de qué se trataba.

Mientras mostraban las imágenes del sitio, el locutor seguía leyendo:

“Fuentes policiales informan que al parecer, el cuerpo habría estado allí por más de seis meses. Los documentos encontrados en él, pertenecerían a un tal Juan José Arregui importante empresario de Buenos Aires. Quién habría caído al precipicio, por causa de un reventón en uno de los neumáticos del rodado.”

Al escuchar semejante crónica, el mucamo invadido por una mezcla de pánico y estupor, siente una puntada aguda en su pecho, mientras su corazón late a una velocidad inusual y frenética.

Su respiración se hace cada vez más dificultosa, y tomándose con ambas manos el costado izquierdo, e intentando desesperadamente tomar algunas bocanadas de aire cae muerto sobre el sillón que tenía a su espalda, exactamente a las 19.30 horas.

Tal como le dijo Arregui… Puntualmente en dos semanas lo mandó a buscar.

miércoles, 1 de junio de 2016

El hospital psiquiátrico de Aradele - Artículos



El hospital psiquiátrico de Aradele aún continúa en pie y de hecho es uno de los puntos turísticos en Australia, para aquellos que desean ver cómo era una clínica de rehabilitación mental en el pasado.

Sin embargo, en su interior aún se pueden escuchar los alaridos que quedaron atrapados entre los muros acolchonados. Hay un relato de terror que cuenta que el director del hospital a veces aceptaba encerrar a personas completamente cuerdas, si los familiares de la víctima aceptaban pagarle una gran suma de dinero, luego de cobrar la herencia.

Precisamente se dice que uno de esos potentados fue llevado contra su voluntad hasta las puertas de Aradele, para ser tratado como un interno más. A pesar de que ese individuo luchó con fuerza, con el único fin de escapar, siempre era encontrado por los vigilantes del hospital quienes no solamente lo encerraban sin comer en su cuarto, sino que a veces lo llevaban al sótano junto a la morgue, para practicarle sesiones de electrochoques.

En uno de sus últimos intentos, dicho paciente logró coger un bisturí y amenazar a uno de los doctores con cortarle la garganta, si éste no lo ayudaba a escapar de allí. Sin embargo, el director de Aradele colocó a cinco de sus guardias mejor entrenados en las salidas de emergencia y aunque con un poco de trabajo, lograron neutralizarlo.

Al día siguiente, se les anunció a sus familiares, que se le practicaría un procedimiento quirúrgico en el cual se llevaría a cabo una lobotomía, la misma se haría para bloquear las funciones nerviosas de su cerebro y así dejarlo prácticamente en un estado de animación suspendida.

Aquella noche los ingresados lunáticos de la clínica psiquiátrica Aradele estaban haciendo demasiado ruido en sus cuartos, como previendo que un frenesí de venganza estaba por desatarse.

Luego de la operación, salió el cirujano y les comunicó a los familiares del acaudalado paciente que el procedimiento había sido todo un éxito y que ya no deberían preocuparse de sus locuras, pues lo único que él podría hacer de ahora en adelante sería beber sus alimentos a través de una pajilla.

Adicionalmente, dos horas más tarde el paciente falleció y su cuerpo fue llevado al depósito de cadáveres, en donde el patólogo le practicaría la autopsia de rutina. No obstante, cuando llegó el médico se dio cuenta de que en la sala no había restos que examinar.

Subió a la oficina del director a comentarle lo que había observado y al entrar a su despacho, se encontró con que la autoridad del psiquiátrico yacía moribunda sobre el escritorio.

Espeluznado el médico forense gritó:

– ¿quién fue, quién fue? Cuestionamiento que el director del hospital no pudo contestar, pues le faltaban tanto la lengua como sus dientes.

No transcurrieron ni dos meses, cuando la gente de esa localidad se enteró que uno a uno los familiares de aquel inocente paciente habían muerto en circunstancias poco claras.

Dato curioso:

Durante 140 años fue operativo, hasta que fue cerrado en 1998. Actualmente forma parte de un campus universitario.

Precisamente, debido a esto último, muchos estudiantes han testificado escuchar gritos y lamentos de los edificios que aun están en pie. Aparte, al momento de su demolición, se encontraron anexos a la morgue, donde se hallaron varios cadáveres. Se dice que Aradele fue un centro importante donde se practicaron cientos de lobotomías, generalmente con malos resultados.

 
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