martes, 10 de mayo de 2016

The Holder of the Adversary (El Portador del Adversario) - Historias de terror y Creepypastas



En cualquier ciudad, en cualquier país, aventúrate a través de las carreteras y calles solitarias de los barrios bajos, o “la parte mala de la ciudad” Si te cruzas con un hombre desarreglado llevando una botella de licor en una bolsa de papel, con su camisa empapada en sudor y sus pantalones enlodados, no tengas miedo de preguntarle si conoce a alguien que se haga llamar a sí mismo The Holder of the Adversary.

Más que gustoso, sonreirá como si te conociera, como un viejo amigo con el que compartes una broma interna. No te alarmes; el hombre comprende a quien estás buscando. El menos afortunado de nosotros parece saber de estas cosas. Te guiará a un acceso y casualmente resbalará en el metal con sus botas mugrientas. Echándote una pequeña linterna que alumbrará precariamente, te urgirá que bajes a la oscuridad.

Una vez dentro de las profundidades del sistema de alcantarillado, te darás cuenta de que no hay olor desagradable (ningún olor, de hecho). Pero, girando la linterna y mirando a tus alrededores, te cerciorarás de que estás en un cuarto redondo. En todas las paredes habrán colgados cuerpos parcialmente descompuestos, sus dueños por siempre suspendidos en un estado de semiconsciencia, sintiendo todo el dolor y horror de estar atrapados en sus restos. Habrá también cadáveres tirados en el suelo, y notarás que uno cercano te toca. Querrás alejarlo, pero de repente, el hedor te inundará. Es la cosa más desagradable que jamás podrías haber imaginado: excremento humano y animal, sulfuro, cuerpos podridos, carne ardiendo.

Estarás momentáneamente paralizado por el horror de aquello, y cuando te recuperes, haz lo que puedas para no vomitar. Un pensamiento aparecerá en tu cabeza: “Nosotros somos los despojos de aquellos que no pudieron hacerle frente al Adversario”. Tragarás saliva, asustado, mirando fijamente alrededor tuyo, buscando la fuente de la voz. Pero de repente, los cuerpos comenzaran a explotar, uno por uno, liberando más de la horrible pestilencia y bañándote en fluidos sangrientos y cosas asquerosas que quizá desconozcas.

Los cuerpos se fregarán en el piso, y lo que se alza fuera del legamoso desastre es una criatura de belleza pura. Será hombre o mujer, depende de ti. No podrás sacar tu mirada de este vistoso y desnudo humano hasta que te des cuenta que es una réplica de ti, una versión perfecta de ti mismo, el (o la) mejor que pueda haber: confiado, de sonrisa gentil, paciente, y con todos aquellos gestos y características de lo que tú desearías ser.

Serás llenado por un celo repentino, una rabia total, una necesidad de destruir este ser, que eres “tú” perfecto. No lo hagas. Si lo haces, estarás perdido en la ira del Adversario, el eterno tormento del Maldito que has atestiguado antes. Sólo una pregunta vendrá a tu mente para hacerle a la exquisita criatura: ¿Que podrían destruir?

El Holder reirá melódicamente, condescendientemente, y te explicará como si fueras un crío pequeño la respuesta a tu pregunta. No se saltará ningún detalle, incluso el más horrible. Extrañamente, como sea, la historia es interesante y calmante de oír. Te encontrarás absorbido en una fascinación de niño con el Holder. Asemejarás la historia del Portador a una que te contó un ser amado o un guía cuando eras apenas un chiquillo. Sabrás que ahora tienes la llave para derrotar al Adversario, esa que el Maldito no pudo adquirir.

“¿Que harás ahora, mi niño?” El Holder te preguntará, sonriendo placenteramente, mientras coloca un objeto en tu palma y cierra tu mano alrededor de él. “No debes abrir tu mano hasta que te liberes de este lugar” te dirá, haciendo un gesto de adiós.

Una vez hayas escapado del alcantarillado, abre tus dedos, que se sentirán extrañamente cadavéricos. Oirás el eco del perfecto "tú" riéndose, nadando alrededor tuyo mientras miras el Objeto en tu mano. Es un soldadito verde de plástico.

Aquel diminuto muñeco es el Objeto 14 de 538. El mismo entiende cómo derrotar a tu más grande enemigo, y nunca debe ser permitido unirse al resto.

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