jueves, 6 de junio de 2013

¿Mi sueño? tu muerte - Historias de terror



Fue una noche agitada, era mi primer asesinato. A mis 36 años no recordaba haber tenido problemas con la sociedad.

Era un abogado conocido que ejercía su profesión en un pequeño piso de la calle Serrano. Tal empleo me permitía vivir sin demasiado esfuerzo, pero últimamente los traficantes y las lumias iban en aumento. Ya estaba harto de soportar esa situación.

Me propuse pasear por la calle Montera de Madrid, concurrida de día y poco visitada de noche. Empecé a deambular por la zona hasta encontrar a una de esas mujeres que venden su cuerpo. Me repugnan, la ciudad está sucia y nadie hace nada por impedirlo... pero yo si lo haré.

Contraté sus servicios y nos fuimos a un motel cercano, usé un nombre falso por supuesto y pagué en efectivo, nos alojamos en la habitación 251. Al ingresar cerré la puerta con llave, empecé a desnudarla besando todo su cuerpo, la tiré sobre la cama y me tumbé sobre ella acariciando su hermosa piel. Aprovechando el momento de exaltación saqué de mi gabardina la vieja navaja que mi abuelo me regaló en su lecho de muerte y con un movimiento fugaz tapé su boca con mi mano izquierda, mientras que con la derecha le asesté un corte en su delicado cuello. La sangre empezó a resbalar por mis manos tan pura, tan ardiente... dejando por fin ese cuerpo corrupto sin vida. Era una sensación tan placentera... su respiración duró poco, dejó escapar un último suspiro y finalmente falleció.

Mi primer asesinato, mi primera obra de arte, aunque no la última. Saqué el cuerpo ya sin vida de la habitación y lo dejé en la puerta de otra que estaba cerca, limpié el cuarto a conciencia sin dejar una sola gota de la sangre de esa vulgar lumia y una vez estuvo todo intacto salí del motel sin que el recepcionista me viera. Nunca más volví a saber nada de aquel homicidio. Mi único recuerdo fueron los sueños que tuve, donde se repetía una y otra vez la misma escena en la que le daba muerte.
Pasaron los días, no apareció en las noticias, nadie llamó a mi puerta y todo transcurría normal. Eso me dio fuerzas para continuar con lo que yo denominaba “mis grandiosas obras de arte”.
Ya era hora de subir un escalón más en esta repugnante sociedad, mi segundo objetivo fue fácil de escoger, pero necesitaba algo más elaborado. Elegí un ama de casa frustrada y cansada. La vi en varias ocasiones discutiendo con su marido en un taller de la calle Alcalá del que descubrí más tarde era dueño.

Mi modus operandi fue el siguiente:
Pasé varias veces por esa misma calle intercalando días y horarios hasta encontrar el momento oportuno: Observé la mujer saliendo a toda prisa de aquel lugar, sin duda estaba enfadada. Entonces comencé a seguirla hasta alcanzarla. Le dije que era un amigo de su marido, que había oído la discusión y que me gustaría invitarle un café para poder hablar de lo ocurrido minutos atrás en el taller. Titubeó unos segundos, pero finalmente aceptó. Alegué no conocer la zona para que ella eligiera el lugar, quería crear un ambiente ameno, de confianza y esa me pareció una buena manera de empezar.
Caminamos hasta un bar cercano y pedimos dos cafés, empezó a contarme los problemas que tenía con su marido hacia los cuales presenté mucho interés aunque en realidad no me importaban en absoluto. Su confianza aumentó sin embargo no lo suficiente para que aceptara venir a mi casa. La charla se tornó grata y relajada, pero tuvimos que despedirnos ya que Claudia debía irse a preparar la cena a su familia. Le ofrecí la posibilidad de volver a tomar algo a lo que aceptó sin dudarlo. Nos citamos en el mismo lugar unos días más tarde, días que aproveché para preparar mi segunda “obra de arte”.
Tomé una vieja tabla de madera que guardaba en el trastero. Le hice 8 agujeros lo suficientemente grandes para poder pasar cuerdas por ellos. Todo estaba listo y preparado, todavía me quedaba un día libre que aproveché para averiguar un poco más sobre ella. Noté que las disputas con su marido eran casi constantes; cada vez que me acercaba al taller estaban gritándose hasta que ella decidía marcharse.

Llegó por fin la noche deseada, era oscura y sombría, hacía unas horas que había parado de llover, por lo que aún se sentía la humedad presente en el ambiente, me acerqué al bar esperando no perder el tiempo. El local tenía una pequeña discoteca por la noche y ella vestía un traje largo que le quedaba realmente espectacular. A pesar de su avanzada edad he de admitir que era verdaderamente atractiva, pero eso no debía nublar mi objetivo. No era más que un ser infeliz que inconscientemente vino a mí buscando su purificación. La saludé con un par de besos de cortesía y nos adentramos en el local. Estaba oscuro y lo único que se podía ver era gente bailando iluminada por la bola de espejos. Quizá fueron las bebidas, quizá fue la atmósfera de aquel lugar, pero la noté más suelta, relajada… y empecé a notar señales de atracción hacia mí. Aunque no seguro de ello y por miedo a tirar todo el trabajo a la basura me limité a actuar con normalidad y a esperar.

Las señales eran notables, su estado de embriaguez mayor y las insinuaciones eran muy directas así que aproveche la situación y la besé. No lo rechazo en lo más mínimo incluso respondió gustosamente. La saqué del local y la llevé hacia mi casa mientras seguía besándola. Llegamos en pocos minutos, le desgarré el vestido y la cogí en brazos llevándola hasta la bañera ya preparada para la ocasión. Al transportarla en brazos no se dio cuenta hacia dónde nos dirigíamos. Era su final, jamas hubiese imaginado lo que estaba por pasar. Me metí con ella todavía en brazos, era muy grande y espaciosa así que cabíamos sin problema, la tumbé sobre la tabla y la até de pies y manos. Enseguida empezó a sospechar. Me pregunto qué hacía, yo simplemente me limité a introducirle un pañuelo en la boca. Acto seguido comencé mi pequeña tortura. Cada cinco segundos caía una gota sobre su frente, su desesperación aumentaba por momentos y eso me encantaba.
En unas horas su alcoholismo se había disipado y se agitaba fuertemente sobre el tablón con una mirada de notable pánico esperando encontrar en mis ojos un poco de compasión, aunque solo encontró ira y desprecio.
Pasaron las horas y ese pánico indescriptible se convirtió en terror, sabía que su muerte llegaría tarde o temprano, su cara lo reflejaba.

Tras cuarenta y tres horas captando cada segundo de su agonía con mi rostro empapado de sudor por la excitación que me causaba y con la complaciente sonrisa que tanto me caracteriza terminó muriendo de un paro cardíaco. Fue tan placentero... no derramé ni una gota de sangre y fue más dulce que la vez anterior. Ver la desesperación por vivir de esa mujer durante horas, ver como caía agua sobre su frente y no poder beber, ver como durante horas no podía dormir, la locura a la que la llevó fue un magnífico regalo por mi trabajo y me arrepiento de haber sido tan simple con mi primera víctima, aunque sentir su sangre resbalando por mi cuerpo fue algo inolvidable.

Oigo pasos que se acercan. Paran junto a mí. Ohh ya veoo, la conozco, es la enfermera que trabaja aquí, siempre me trato muy bien. Con una voz firme pero calmada me dice: Felicitaciones Álvaro, has acabado tu terapia, ya estás totalmente curado. Estamos muy orgullosos de vos, en unas horas llegarán tus familiares a recogerte y podrás marcharte definitivamente del centro psiquiátrico.

Estoy tan feliz.

Mi historia acaba aquí. Pero no antes sin decirles que mi mayor motivación durante estos años fue el deseo de salir a la calle y hacer que esos asesinatos se transformen en realidad y no solo sean producto de mi imaginación. Soy completamente consciente de eso, lo que me diferencia de un verdadero loco.

Al fin dejo el papel y el bolígrafo, ya no los necesitaré, de ahora en más escribiré mi próxima historia con la sangre de las víctimas que cosecharé en el camino, es tiempo de que todos aquellos crímenes grabados en las páginas tomen lugar en otro plano existencial, es la hora de purificar este mundo corrupto, es la hora de tu muerte.


Realmente soy un soñador práctico; mis sueños no son bagatelas en el aire. Lo que yo quiero es convertir mis sueños en realidad.
Mahatma Gandhi

Por
David Garcés Calvo

Modificaciones del escrito original
Esteban Castillo

1 comentarios:

Unknown dijo...

Muy buena trama, interesante conforme avanza ... Lo hace atractivo.

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