martes, 26 de julio de 2016

La Casa Lila - Lugares embrujados y leyendas urbanas



Según aseguraría Ronald DeFeo, tras matar a toda su familia, había algo en el lugar que le incitó a cometer todos aquellos asesinatos …voces, e incluso la aparición de una sombra que a veces se apoderaba de su cuerpo, dando así lugar al origen de la conocida leyenda ocurrida en Amytiville.

Cuentan que allá por el 1988, en el bosque cercano a la localidad de Arenys de Mar, una familia adinerada mandó construir una casa a la que llamo “La Juliana”. De muros azulados, dicen que al penetrar los primeros rayos de sol por las claraboyas de la cúpula, esta tomaba un color alilado, y quizás sea está la razón por lo cual se la conoce como la “Casa Lila”.

La leyenda negra que recae sobre este lugar difiere en pequeños detalles según quien la cuente: una familia con tres hijos (una hija y dos gemelos dicen algunos, mientras otros afirman que se trataba tan solo de dos hijos) habitaban esta casa, pintada de color azul (recordar que el tono azul, lila o violeta son colores que fomentan el pensamiento y la psique). Con el tiempo el cabeza de familia parece enloquecer, los celos le inundan sus pensamientos y se cree engañado por su esposa, la locura va a más e incluso llega a sentirse amenazado por sus propios hijos. Un día con su escopeta, da muerte a su mujer y a su hija/o (según las versiones) mientras que el resto de retoños son degollados, seguidamente acaba con la vida del perro que ladraba sin cesar. La leyenda prosigue con el suicidio del asesino, quien dejó una nota alegando que no sabía el por qué los había ejecutado y decía sentirse poseído…

La Casa Lila se ha convertido con los años en uno de esos lugares de culto para los investigadores de lo paranormal. Es un lugar peligroso, y no lo digo por los fantasmas que supuestamente habitan en ella, sino por el estado ruinoso en que se encuentra. Aun así, y a pesar de que hay que tomar todo tipo de precauciones, al parecer, la Casa LiLa no deja indiferente a nadie.

Las leyendas son solo eso, leyendas, pero todos sabemos que tras muchas de ellas algo hay, y quizás, porque no, en esta en particular puede que haya algo de verdad. Amytiville, el asesino de la katana, historias de crímenes cuyos autores hablaban de unas voces en sus cabezas. ¿Espíritus? ¿Demonios? ¿Enfermedad mental? ¿Invención?, lógicamente, eso solo lo sabe su protagonista, o puede ser que ni ellos mismos sean conscientes de la realidad.

Actualmente la morada está en total estado ruinoso. Sótano y varias plantas conforman lo que en su día sería una bonita vivienda ubicada en un privilegiado lugar. De la última planta apenas queda nada y de las más bajas no mucho más. Inevitablemente llama la atención la forma octogonal del techo, que para los más esotéricos o misteriosos es bien sabido las connotaciones especiales que tiene tal forma geométrica, aunque ciertamente es dudoso que sus diseñadores lo hayan hecho movidos por conocimientos digamos, ocultistas.




Más allá de la historia y la leyenda, los investigadores de lo paranormal, continuarán visitando aquellos lugares, en los que como en el caso de la Casa Lila, esperan encontrar alguna respuesta a sus misteriosas preguntas.

“Las casas no matan a las personas. Las personas matan a las personas.” (La morada del Miedo)






jueves, 21 de julio de 2016

La habitación 712 - Articulos



La aterradora habitación 712 del Parador de Cardona, en Barcelona, esconde una historia que va mucho más allá de las supersticiones y se acerca a lo paranormal. Según la leyenda, está ocupada por un fantasma y solo puedes dormir en ella si se lo pides exclusivamente al hotel.

Siempre cerrada

Prácticamente todos los clientes que han pasado por esa habitación no han descansado como se espera en unas vacaciones. Cierto que a la mayoría de ellos les costaba mucho dormirse o han pasado una mala noche; pero hay otros que aseguran haber pasado la noche en blanco porque los muebles se movían. También se ha dado el caso de entrar en al cuarto y encontrarse con que todos los muebles estaban apilados en el centro de la habitación.

Pero estos no son los únicos fenómenos paranormales que se han registrado en aquel lugar: a veces se escuchan voces, se abren los grifos o se oyen ruidos aunque no haya huéspedes ni trabajadores del Parador dentro de la habitación. Algún cliente incluso asegura haber presenciado la aparición de un fantasma. Para hacernos una idea de la tensión que despierta la habitación 712 entre los empleados, el personal de limpieza entra de dos en dos para que no haya ningún trabajador solo en la habitación.

La leyenda de Adalés

Este Parador está en un castillo del siglo IX. Se trata de un recinto fortificado donde además del castillo de la Edad Media, en perfecto estado y ambientado como si al cruzar la puerta volviésemos 1.000 años atrás, incluye una iglesia y la llamada torre Minyona, ambas del siglo XI. Precisamente esta torre podría esconder la explicación al relato de los clientes que experimentaron los extraños sucesos de la habitación 712.

Dice la leyenda que en el siglo XI una joven cristiana de nombre Adalés se enamoró de un musulmán. Como era de esperar, la relación no tenía ningún futuro; y el padre de Adalés la condenó a vivir recluida el resto de su vida en la Torre Minyona del castillo. Allí murió de pena, y hay quien asegura que su alma triste vaga por la zona, manifestándose en forma de sucesos paranormales de la habitación 712.

Mito, estrategia de márketing o realidad, la habitación 712 está vetada a los clientes. Es imposible que te toque pasar allí la noche, solo está disponible para aquellos que lo piden expresamente.



FUENTE: supercurioso.com (por Pau Sisternas)

miércoles, 20 de julio de 2016

"El Whatsapp de la Muerte" por Mauro Croche - Historias de terror



Me enteré de la existencia del misterioso whatsapp durante una reunión con amigos. Al parecer, hay un mensaje que anda dando vueltas por los celulares de la gente, de alguien que simplemente te dice: “Hola”. Se trata de un número desconocido, y no hay que abrir el mensaje ya que según la leyenda, pertenece a una persona que ha fallecido de forma estremecedora.

Reconozco que me reí de tal historia porque me parecía ridícula. ¿Qué clase de espíritu, por el amor de Dios, querría comunicarse con alguien a través del whatsapp? Y, sobre todo, ¿por qué?

La idea era tan absurda que me reí durante el resto de camino a casa, sin poder parar. Estaba tan entretenido riendo que no me percaté de la sombra furtiva que comenzó a seguirme. Ya cerca de un baldío, se abalanzó sobre mi cuerpo y le hundió una docena de puñaladas. Ahora me encuentro en un lugar frío, oscuro, mustio.

Alzo la voz y nadie me escucha, el eco se pierde en una eternidad y yo… yo sólo quiero abrazarme a mí mismo y llorar hasta perder la memoria.

Una figura se acerca trastabillando. Es un chico: tiene los ojos tristes y un tajo que le recorre el vientre de lado a lado como un veloz zigzaguear.

-Toma- me dice alcanzándome un celular-. Lo estoy intentando desde hace años, pero nunca nadie me responde.

Así que agarro el teléfono móvil con dedos temblorosos, desesperados, aterrados, y tecleo una y otra vez:

Hola
Hola
Necesito ayuda
¿Hay alguien ahí?
Hola
Hola
Hola


AUTOR: Mauro Croche

martes, 19 de julio de 2016

El Ente (microrelato) por Mauro Croche - Historias de terror



Ayer estaba acostado en la cama, leyendo un libro, cuando un grupo de personas desconocidas entró a mi habitación. Eran tres: un hombre alto que empuñaba una linterna, una anciana de bastón con un anticuado sombrero negro, y un joven con el rostro cubierto de horribles cicatrices.
Sobresaltado, me incorporé y en el movimiento derribé el libro, que quedó sobre el suelo como una polilla muerta.
-¿Quiénes son ustedes?- grité-. ¿Por qué entraron sin permiso a mi casa?
Las personas se detuvieron de inmediato ante mi airada reacción.
-¿Escucharon? ¿Escucharon esa horrible voz?- dijo la anciana.
-Sí, y además la entidad derribó esa Biblia que estaba sobre la mesita de luz- dijo el hombre alto.
Rodearon mi cama, se tomaron de las manos, y comenzaron a recitar una vieja oración para expulsar a los demonios.



FUENTE: Mauro Croche

miércoles, 13 de julio de 2016

Las 5 desapariciones del Triángulo de Bennington - Artículos



La zona conocida como el “Triángulo de Bennington” a raíz de las desapariciones que se produjeron en ella, se encuentra en Vermont, EE.UU. Es una zona muy boscosa próxima al monte Glastebury que forma parte del Green Mountain National Forest. A partir de 1920 se habló de la evanescencia de varias personas, pero fue entre 1945 y 1950 cuando desaparecieron cinco y, excepto en un caso, nunca se ha vuelto a saber nada de ellas. Un periodista local, Joseph A. Citro documentó y escribió sobre estas desapariciones y la zona que denominó el Triángulo de Bennington.

Caso por caso

1. El primero en desparecer en noviembre de 1945 fue Middie Rivers, experto cazador y conocedor de la zona, que estaba acompañando a un grupo de cazadores en una excursión cuando se adelanto solo. Nunca se le volvió a ver. Los grupos de búsqueda únicamente encontraron un cartucho que le pertenecía en el lecho del río. El sector en el que se evaporó se conoce como “el Camino Largo”.

2. Aproximadamente un año después, en diciembre de 1946, desapareció la joven de 18 años Paula Welden. Una pareja de ancianos la vio caminando por el “Camino Largo” y también se sabe que preguntó el camino a otro excursionista un rato antes. A pesar de que incluso el FBI participó en la búsqueda de la chica, jamás se encontró ninguna pista.

3. James Tedford desapareció en 1949, era un hombre mayor que vivía en el hogar para veteranos de Bennington. Había ido a visitar a unos familiares y volvía en autobús a finales de noviembre de ese año. En la última parada que efectuó el conductor, él estaba en su sitio sentado. Al llegar al destino, había desaparecido. Su equipaje estaba en el maletero y en su asiento, abierto, había quedado un horario de autobuses. Nunca más se supo de él. Se da la circunstancia de que su esposa había desparecido de su casa en Fletcher, Vermont, unos años antes cuando él estaba con el ejército. Se la vio dirigirse a un supermercado y jamás se supo nada de ella. A pesar de que él insistió, no se le hizo mucho caso cuando denunció la desaparición de su esposa. Se llevaban 18 años y las autoridades consideraron que posiblemente había huido.

4. En octubre de 1950 desapareció un niño de 8 años llamado Paul Jepson. Su madre cuidaba animales y lo dejó cerca de una pocilga jugando, mientras ella alimentaba a los cerdos. Lo perdió de vista una hora aproximadamente. Por más que lo buscaron no fue hallado. Al parecer, los perros rastreadores siguieron su pista hasta el “Camino Largo” del bosque del monte Glastebury. Allí el olor se perdió.

5. Frieda Langer era una mujer de 53 años que desapareció a finales de octubre del mismo año que el pequeño Paul. Este es el único caso en el que apareció el cuerpo meses después y en una zona en la que ya se había buscado muchas veces. Por el mal estado en que se encontró el cadáver no se pudo saber la causa de su muerte. La última vez que se la vio viva estaba de acampada con unos familiares y tras caer fortuitamente en el agua volvió al campamento para cambiarse de ropa. Su primo estuvo esperándola mucho rato hasta que regresó a la zona de tiendas para descubrir que ella nunca había vuelto.

Curiosamente, todas las desapariciones se dieron entre los meses de octubre y diciembre y esta zona era evitada por los indios americanos que únicamente la utilizaban como cementerio, ya que según el folclore popular creían que era el punto de encuentro de los 4 vientos y que en ella había una piedra encantada que se tragaba a cualquiera que la pisara.

No se sabe a ciencia cierta que ocurrió con estas personas, los lugareños hablan de extraterrestres o de un asesino en serie, aunque lo más posible es que cayeran en pozas y nunca más se les encontrase.



FUENTE: supercurioso.com

martes, 12 de julio de 2016

El ente que me atormenta por las noches (Videorelato) - Historias y videos de terror



Luego de la muerte de su abuela un joven hereda la casa en la cual viven. Pronto comenzará a inquietarse con el cuadro del segundo piso que tanto apreciaba la anciana. Al parecer la figura que se halla en la pintura se mueve por las noches...


miércoles, 6 de julio de 2016

La bruja de Bell - Historias de terror



Detrás de la famosa película “Blair Witch Project” se esconde una escalofriante historia real que es mucho más aterradora que la misma ficción.

Entre el año 1817 y 1821 se registraron terribles sucesos paranormales en la Granja Bell, ubicada en la apacible Tennessee, Red River. Antes de que comenzaran a ocurrir todos estos eventos la familia Bell, eran como cualquier otra familia de la localidad, trabajadores, amables, sanos y muy unidos.

La maldición de los Bell

Todo comienza cuando John Bell se asoció con su excéntrica vecina Kate Batts, a quienes muchas personas de la localidad temían pues la consideraban una bruja, pues bien, el negocio salió mal y tanto la asociación como la amistad terminó abruptamente. Kate con mucha ira y delante de otras personas del pueblo lanzó una maldición a John y toda su familia.

Días más tarde, John decide salir de caza con uno de sus hijos, cuando una espesa neblina cubrió el bosque por completo. De manera abrupta una escalofriante criatura se abalanza sobre él y rápido de reflejos dispara su rifle sin éxito. Aquella figura se esfumó en el aire sin más.

A partir de allí comienzan a ocurrir eventos sobrenaturales en la granja de los Bell: pasos, ruidos, voces, gritos de mujer, golpes en las ventanas, arañazos en la madera, etc.

La hija de los Bell, Betsy, fue uno de los miembros de la familia que más sufrió, constantemente se le aparecía una mujer en su dormitorio, asustándola y martirizándola. En una ocasión y frente a la mirada incrédula de sus padres, Betsy fue levantada por los aires con tal fuerza que parte de su cabello fue arrancado de su cuero cabelludo.

Los terroríficos eventos llegaron hasta oídos del General Andrew Jackson, futuro presidente de los Estados Unidos, quién junto a un equipo decidió acercarse a la granja e investigar qué había de cierto en los rumores que recorrían el pueblo. El ente fantasmal de inmediato se hizo notar, hizo que alguien del grupo (aparentemente el domador de brujas) comience a convulsionar de manera violenta como si estuviera poseído y los curiosos visitantes salieron despavoridos de la propiedad.

Una bruja maldita

La familia Bell tuvo que vivir con "auqello" por 4 años más.

En el momento que la hija menor decidió casarse, la presencia se hizo más fuerte: en la casa empezaron a caerse los objetos con una fuerza abismal y los animales de la hacienda vomitaban o aparecían muertos brutalmente.
La hija decidió romper su compromiso de inmediato.

John Bell se vio seriamente afectado por las terribles experiencias que estaban experimentando tanto él como su progenie. Esta aparición manifestó abiertamente que castigaría y mataría al patriarca de la familia y tal como dijo cumplió con su palabra.
Aparentemente el ente demoníaco asesinó a John, no se sabe con exactitud cómo, aunque se especula que fue con una toxina venenosa.

La granja de los Bell y estas espeluznantes historias quedaron registradas, ciertamente sucedieron, aunque por supuesto nunca se podrá saber con completa certeza dónde termina la verdad y comienza la leyenda.

De todas maneras, quienes visitan esta granja en Tennessee aseguran sentir al instante una presencia demoníaca e inclusive muchos turistas afirman haber grabado evidencia tanto fotográfica como sonora al respecto.

martes, 5 de julio de 2016

La Dalia Negra: Un brutal caso sin resolver - Artículos



Los Angeles, California. 15 de enero de 1947. El cielo de Los Angeles (EEUU) estaba encapotado. Era una mañana triste, gélida y lluviosa. Un ama de casa llamada Betty Bersinger salió de su casa situada en Norton Avenue con su hija de tres años hacia una tienda de reparación de calzado. Mientras transitaban por un solar abandonado cubierto de hierbajos y barro, en el distrito de Crenshaw, un objeto blanquecino llamó la atención de la pequeña: “¡Mira mami! La niña señalaba lo que parecía ser un maniquí de gran tamaño partido en dos. A Betty no le extrañó demasiado, pues muchas tiendas de ropa de la zona habían sido cerradas o abandonadas al no regresar sus dueños de la guerra, y era habitual encontrar maniquíes polvorientos, telas rotas u otros desechos en los alrededores. Sin embargo, una vez que madre e hija se acercaron más al extravagante “maniquí”, el rostro de Betty se tornó blanco y el corazón le dio el mayor vuelco de su vida. Dio un alarido que pudo escucharse varias calles a la redonda. La visión era atroz. Tapó los ojos de su pequeña y huyó del lugar de pesadilla…

El pálido maniquí no era tal; se trataba del cuerpo seccionado por la mitad de una joven, las piernas por un lado, extendidas en una grotesca posición obscena y el tronco, junto a la cabeza y los brazos arqueados rodeando los hombros, muy cerca. Su rostro estaba machacado, casi irreconocible; al parecer lo habían golpeado con un bate de béisbol. Habían cortado las comisuras de sus labios con un cuchillo, lo que le daba un grotesco aspecto de payaso loco. Sus pechos habían sido lacerados y mostraban múltiples quemaduras de cigarrillos. Había mutilaciones por todo el cuerpo, escarificaciones, hematomas… Pero eso no era lo peor. Según pudieron comprobar los primeros agentes que llegaron al lugar del crimen, Frank Perkins y Will Fitzgerald, el cuerpo había sido desangrado hasta la última gota y eviscerado, después de ser seccionado por la mitad con una precisión quirúrgica a la altura de la cintura. Mostraba señales dejadas de forma inequívoca por cuerdas, lo que llevó a los detectives a deducir que la víctima había sido atada y torturada durante un espacio de varios días. Más tarde la autopsia reveló que la desconocida joven había sido brutalmente torturada durante unas 72 horas estando consciente. El cadáver de la joven había sido bañado y su cabello teñido después de muerta, de color rojizo, probablemente con brea. El asesino le había hecho además la manicura, como si pretendiera que su víctima permaneciese bella en el más allá. En el muslo izquierdo hallaron una pequeña mutilación en forma triangular que resultó ser el lugar donde Short (apellido de la víctima) tenía tatuada una pequeña flor. Durante la autopsia se descubrió que el pequeño trozo de carne había sido introducido en su vagina. Demasiado enfermizo y retorcido, pero tristemente real.

La autopsia determinó que “había muerto debido a una hemorragia producida por un fuerte golpe que le causó un severo traumatismo cerebral y por las laceraciones del rostro”. Había sido además sodomizada y sometida a todo tipo de abusos sexuales, aunque sin penetración y en su estómago se encontraron excrementos humanos. A pesar de los muchos años que llevaban ocupándose de diferentes asesinatos ni el forense ni los oficiales se habías enfrentado jamás a un caso de una brutalidad semejante.

En busca de una identidad

El lugar del macabro crimen pronto se llenó de periodistas y agentes de la ley.

A pesar de que fueron tomadas muchísimas imágenes por los reporteros, la publicación de las fotos fue prohibida, debido a su brutalidad. La prioridad de los detectives asignados al caso, Harry Hansen y Finis Brown, fue desvelar la identidad de la víctima. En primer lugar, el FBI probó con las citadas huellas dactilares enviadas desde California, cruzando los dedos para que la víctima estuviera fichada. Los técnicos de dactiloscopia contrastaron las mismas con un archivo formado por 104 millones de huellas. Y… bingo.

La víctima respondía al nombre de Elizabeth Short, de 22 años de edad, cabello oscuro, ojos azules y considerable estatura. Sus huellas habían sido tomadas en dos ocasiones: cuando trabajaba en la cantina del cuartel de Camp Cook, durante los años de la Segunda Guerra Mundial y tras ser fichada por la policía por encontrarse ebria siendo menor de edad.

Debido a la estrecha relación de los agentes de la ley con la prensa en la América de los años 40, muy pocas horas después hubo una filtración, lo que provocó que algunos reporteros de Los Angeles Examiner usaran una treta poco ética, más bien bochornosa, para conseguir información sobre la misteriosa Short: telefonearon al domicilio de su madre, Phoebe Short, residente en Cambridge, Massachusetts, y le dijeron que su hija (para entonces el FBI todavía no le había informado sobre el crimen) había ganado un concurso de belleza. Así obtuvieron numerosos datos sobre su vida, antes de comunicarle, en la misma conversación que Elizabeth había sido brutalmente asesinada. Ética periodística…

Un oscuro pasado

Pronto los periódicos comenzaron a publicar informaciones sensacionalistas sobre el pasado de la víctima, mancillando su nombre y publicando los titulares más bochornosos sobre una joven que había dejado este mundo de forma tan escabrosa. Los periodistas pronto la tildaron de “borracha”, “prostituta”, “lesbiana”… La verdad es que la existencia de la joven Short, Betty para los amigos, no había sido precisamente un camino de rosas. Nacida en el seno de una familia acomodada, en Hyde Park –Massachusetts– el 29 de julio de 1924, su padre, Cleo Short, intentó suicidarse cuando su negocio se fue a la quiebra tras el Crack del 29, que dinamitó la economía de los estadounidenses. Tras el frustrado intento de quitarse de en medio, el cabeza de familia abandonó el hogar y Phoebe Short se quedó al cuidado de Elizabeth y sus otras cuatro hijas. Durante su juventud Bettie asistía asiduamente con su hermana más pequeña, a ver los grandes estrenos del Hollywood de los años 30. Admiraba los musicales de Fred Astaire y Ginger Rogers.

Fue entonces cuando comenzó a soñar en convertirse en una estrella de Hollywood. Tras unos años en los que convivió con su padre, con el que entabló de nuevo una difícil relación –ambos parecían extraños en la misma casa–, Elizabeth aceptó el trabajo en Camp Cooke. Fue entonces cuando comenzó su interminable historia de galanteos y eróticas relaciones con diferentes hombres. Muchos de los soldados tuvieron affairs con ella y la convencieron de que tenía la belleza y el porte necesarios para convertirse en una estrella de Hollywood. Y eso intentó al menos. Viajó a Los Angeles en busca del sueño de tantos y tantos jóvenes por escapar de la marginalidad y hallar un hueco en la multimillonaria industria del cine.

Pero Short no tuvo suerte. Comenzó a relacionarse con gente peligrosa, con aquél submundo de Tinseltown –como se conoce popularmente a Hollywood– rodeado de alcohol, drogas, prostitución y mafias al que tan dado eran los actores hollywoodienses y que inspiró mil y una historias de cine negro surgidas de la imaginación de personajes como Raymond Chandler. Pero la ficción no estaba tan alejada de la realidad y los crímenes, el sexo y el chantaje campaban a sus anchas a espaldas del glamour y la ostentación de la que hacían gala las fiestas de los grandes magnates.

Elizabeth entró en un círculo vicioso que acabó arrastrándola al cine erótico de serie B y rodeándola de malas compañías. Comenzó a hacer de acompañante de personajes relevantes, lo que pronto hizo que surgiera el rumor, probablemente real, de que ejercía la prostitución. Debido a que prácticamente siempre vestía de negro, a su oscuro cabello y a sus ojos color azabache, fue bautizada por la prensa, tras su asesinato, como la Dalia Negra, quizá emulando el título de una película perteneciente al género Noir y estrenada por aquél entonces: La Dalia Azul, protagonizada por Alan Ladd y Veronica Lake y con guión del anteriormente citado Raymond Chandler.

Los periodistas ya tenían lo más importante, un nombre con gancho para el caso más polémico de la historia de Tinseltown, y entonces comenzó el bombardeo de noticias sobre sus devaneos amorosos, sus vicios y su inestabilidad emocional. Nadie la dejaba descansar tranquila.

Pero al margen de su azarosa existencia, Elizabeth se movía en un entorno al que muchas jóvenes acudían decepcionadas ante su falta de expectativas. Sin embargo, ninguna de ellas aparecía muerta… ¿Quién había asesinado entonces a Short? ¿Cuál era el móvil del crimen…?

En busca de un culpable

Mientras The Washington Post publicaba titulares tan sensacionalistas como el siguiente: “La policía busca a un loco pervertido por la muerte de una chica”, el departamento policial de Los Angeles –LAPD– desplegaba el mayor dispositivo de búsqueda de la historia de la ciudad californiana.

Doscientos cincuenta oficiales realizaron entrevistas puerta a puerta en los alrededores del solar donde fue hallado el cadáver, pero se encontraron con un callejón sin salida. Múltiples pistas falsas, confesiones confusas y llamadas de desconocidos convirtieron el ritmo de trabajo de la comisaría de Los Angeles en frenético, pero sin llegar a ningún resultado efectivo.

En más de una ocasión los detectives creían estar tras la pista correcta, muy cerca del asesino, pero el tiempo pasaba y el horrendo crimen seguía impune. Betty Bersinger, la mujer que encontró el cadáver, dijo haber visto pasar poco después el faro de un coche que había acelerado al oír su grito, aunque no recordaba ningún detalle del automóvil, por lo que su declaración sirvió de muy poco a los detectives. La última persona en ver a Short con vida, aparte de su asesino, había sido el portero del hotel Biltmore, la noche del 10 de enero de 1947, a las diez en punto, cuando la vio alejarse por Oliver Street, vestida como lo hacía habitualmente, con un sweater y pantalones negros.

Al parecer el último que pasó un tiempo con ella fue un comerciante de 25 años llamado Robert “Red” Manley, que la recogió en San Diego y finalmente la dejó en el lobby del citado hotel Biltmore. Tras las correspondientes pesquisas, Manley fue interrogado durante horas por los detectives y sometido al polígrafo, prueba que pasó con éxito. Años después, en 1954, los agentes le inyectaron pentotal sódico, conocido popularmente como “droga de la verdad”, pero de nuevo fue absuelto de todo tipo de cargos, muriendo en 1986 rodeado todavía de la desconfianza de muchos. Manley fue durante un tiempo el principal sospechoso, pero no el único, y muchas personas afirmaron haber sido las autoras del mismo o que conocían personalmente al asesino.

Todas las pistas resultaron ser falsas. Pocos días después de hallado el cadáver, dos oficiales de policía que discutieron sobre el caso en un restaurante fueron señalados como sospechosos por uno de los camareros del lugar; un astrólogo preguntó la hora y fecha exactas del nacimiento de Elizabeth en comisaría y prometió proporcionar el nombre del asesino en pocos días… cosa que nunca hizo. Asimismo, otra persona pidió que tomasen imágenes del globo ocular derecho de la víctima, pues éste podría haber “fotografiado” al asesino, según una creencia muy extendida entonces entre los círculos supercheriles según la cual el ojo registraba la última imagen con la que había entrado en contacto, a modo de una cámara fotográfica.

Anécdotas aparte, la policía angelina realizó uno de sus mayores despliegues hasta la fecha para detener al asesino. Cientos de personas fueron consideradas sospechosas y cientos interrogadas por los agentes. Alrededor de 60 hombres y otras tantas mujeres confesaron ser los autores del crimen, quizá ávidos por obtener fama y gloria, aunque todos ellos se contradecían a la hora de declarar, demostrando que los datos que aportaban los habían leído en los periódicos. Junto a “Red” Manley, otro de los sospechosos con más posibilidades a ojos de los detectives de ser el asesino respondía al nombre de Jack Anderson Wilson, alias Arnold Wilson, un ex convicto y alcohólico que al parecer mantuvo una relación sentimental con la víctima.

Wilson fue entrevistado por el autor John Gilmore mientras éste recopilaba información para un libro sobre el caso titulado Severed: The truth story of the Black Dahlia Murder. El ex convicto al parecer estaba relacionado con otros asesinatos, como el de Georgette Bauerdorf, una acaudalado vividor que al parecer conoció a la Dalia Negra en la famosa Hollywood Canteen, sin embargo, nunca se pudo demostrar su implicación en ambos crímenes, ya que Anderson Wilson murió en circunstancias extrañas antes de ser formalmente acusado de algún cargo. Al igual que en el clásico caso de Jack el Destripador, la precisión quirúrgica con la que el asesino había seccionado el cuerpo de Beth hizo pensar a las autoridades que se trataba de un médico con años de experiencia. Según declaró el detective Harry Hansen, uno de los investigadores asignados originalmente al caso, ante el Gran Jurado del distrito de Los Angeles, estaba convencido de que el depravado asesino se trataba de un “excelente cirujano”.

La falta de pruebas, sin embargo, hizo imposible acusar del crimen a ninguno de los sospechosos. En 1996, Larry Harnisch, un editor y escritor de Los Angeles Times planteó la posibilidad de que el asesino de Short fuera el cirujano Walter Alonzo Bayley, que vivía cuando sucedieron los hechos cerca del lugar donde fue hallado el cadáver y que murió en enero de 1948 de una enfermedad mental degenerativa. Al parecer su hija había sido amiga de una de las hermanas de Elizabeth, Virginia Short, sin embargo, nunca se le pudo acusar formalmente; sin duda su imposibilidad de declarar fue una de las razones por las que fue descartado como culpable.

El caso, por tanto, sigue sin resolverse, ya hace décadas que se convirtió en la cuenta pendiente de varias generaciones de policías que, ante la aparición de nuevas pruebas, siempre pretenden reabrir el mismo. La lista de sospechosos fue tan larga como infructuosa, y en ella se incluyeron también los nombres de personajes de mayor relevancia que los citados, como el célebre Orson Welles o el gángster Bugsy Siegel, creador de Las Vegas e implicado en múltiples asesinatos a lo largo de su vida. Sin embargo, muchos de estos supuestos “sospechosos” no eran sino los protagonistas de delirantes hipótesis de periodistas y escritores varios.

Se llegó incluso a afirmar que su asesinato podría haber sido consecuencia del rodaje de una “Snuff movie”, aunque hoy día esta hipótesis es considerada poco probable. El mayor misterio en torno al asesinato de la Dalia Negra tuvo lugar cuando nueve días después del atroz suceso, alguien –probablemente el asesino–, envió a la redacción de Los Angeles Examiner un paquete impregnado con gasolina probablemente para evitar que hallaran sus huellas en el envoltorio. En su interior se encontraban algunos objetos personales de la víctima: fotografías, su certificado de nacimiento, su tarjeta de la seguridad social y su obituario. Además, alguien que decía ser el asesino utilizó letras recortadas de los periódicos que hablaban del caso para enviarle mensajes a la policía en los que afirmaba que volvería a matar.

Pero ni siquiera este desafío del asesino sirvió a uno de los departamentos de policía por aquel entonces más adelantados y modernizados del mundo para dar con el culpable. Hoy su caso permanece en la memoria colectiva de los estadounidenses, junto a otros tan célebres como el de la Familia Manson o el del Carnicero de Milkwaukee, aunque sin resolverse…

Nadie ha podido hacer justicia y devolver la integridad a una persona, la joven Elizabeth Short, que lejos de hallar en el país de las oportunidades una vía para alcanzar su sueño, encontró la muerte, tan terrible, en las calles de una ciudad de celuloide castigada por el crimen, el alcohol y la falta de expectativas de sus habitantes. No se encendieron los focos ni se levantó el telón para dar la bienvenida a Elizabeth. Su última y horripilante visión fue probablemente el resplandor de un cuchillo afilado…


FUENTE: Óscar Herradón. Texto publicado en la revista ENIGMAS.

lunes, 4 de julio de 2016

La sanguinaria Magdalena Solís - Articulos



Todos albergamos un poco de maldad en nuestro interior, pero en ciertos individuos no hay más que una densa oscuridad en sus almas. Para sopesarlo, a lo largo y ancho de la historia se han registrado millares de actos, de una naturaleza tan bestial, que nos conduce a pensar que a algunos humanos les compone un adn especial consumado en el mismísimo averno.

Seguro has escuchado alguna vez, entre tantos relatos espantosos, sobre la condesa sangrienta Elizabeth Bathory, que asesinó con todo el sadismo que la caracterizaba a un número catastrófico de jovencitas y se bañó con su sangre para “rejuvenecer”, por lo que es considerada una vampiresa real. Como lo es también Magdalena Solís, una mujer despiadada de la cual se dice iguala a Bathory en vileza.

“La Gran Sacerdotisa de la Sangre”, como apodaron a Magdalena Solís, fue una asesina en serie mexicana que, a medida que sumaba víctimas, se volvía más abominable en sus prácticas para infligir dolor hasta matar.

Nació entre 1933 ó 1945, en Tamaulipas, México, bajo el yugo de la pobreza y de una familia disfuncional. Quizá fue esto lo que la llevó a vender su cuerpo desde la niñez, con el respaldo de su hermano Eleazar Solís que le servía como proxeneta. Ambos abandonaron al mismo tiempo el mundo de la prostitución para unirse a la secta Santos y Cayetano Hernández, en 1963. Un cambio de rumbo que significó la maldición para los habitantes de un pueblo aislado.

Los hermanos Santos y Cayetano eran un par de delincuentes y estafadores que llegaron a una pequeña comunidad rezagada al norte de México, conocida como Yerba Buena, para vender con eficiencia una mentira que atraería a los pueblerinos hasta convertirlos en súbditos, prestos a generarles ganancias usando artilugios religiosos. Los hombres de poca monta lograron ser reconocidos por ellos como profetas y altos sacerdotes designados, supuestamente, por los dioses Incas, aunque no se tratase de una creencia autóctona.

La promesa de compartir los presuntos tesoros ocultos en las cuevas de las montañas que bordeaban al pueblecito, a cambio de ser adorados y diezmados, hizo de la secta un negocio rentable para estos criminales y también lo parecía para los creyentes. Pues llegaron a servir de esclavos sexuales, participando en orgías aberrantes, para que las deidades Incas les otorgaran bonanzas.

Pero pronto los habitantes comenzaron a desesperarse al no recibir los beneficios prometidos. Fue entonces cuando la dupla de criminales reclutó a Magdalena y Eleazar, durante un viaje que realizaron a Monterrey en busca de prostitutas, para preparar una cuartada que evitara el desmantelamiento de la gran estafa.

Los hermanos presentaron a Magdalena en Yerba Buena como la reencarnación de la diosa Azteca Coatlicue, sin siquiera anticipar que este falso rol provocaría en ella una espantosísima psicosis teológica, que le hizo tomar el liderazgo religioso y, con ello, desencadenar una de las matanzas más grotescas de las que el ser humano haya podido documentarse.

Sus delirios de grandeza, en combinación con su acentuada perversión sexual, le hicieron aburrirse de los simples rituales con orgías para trascender a los sacrificios humanos, estimulada, luego de orquestar sus dos primeros asesinatos que se produjeron linchando a fieles que se opusieron a la toma de posesión de la Gran Sacerdotisa de la Sangre. La imposición de su autoridad dentro de la secta despertó en ella un apetito voraz de muerte, por lo que sus actos religiosos fueron más perversos que los de sus antecesores.

Las matanzas se producían mayormente entre desertores. No había forma de que pudieran librarse de la secta, a no ser que fueran maniatados, golpeados brutalmente, cortados y quemados por todos los miembros del culto. Incluso llegaron a extirpar sus corazones mientras se encontraban con vida. Como si no bastara tanta brutalidad, Magdalena ordenaba hacerlos sangrar hasta morir para consumir todo el fluido en una copa, tal y como una vampiresa real. Pues como la mitología Azteca manifiesta: la sangre es el único alimento decente para los dioses, ya que preserva su inmortalidad.

La matanza duró seis semanas seguidas, sin que nadie sospechara sobre lo que ocurría en el interior de la cueva donde cursaban los sacrificios. Hasta que en mayo de 1963, Sebastián Guerrero, un niño de 14 años, sigilosamente presenció uno de los rituales y los denunció en la estación policial más cercana.

El investigador Luis Martínez se tomó seriamente el testimonio y se dirigió con el pequeño al lugar donde presenció el festín sangriento. A partir de ese momento nadie los volvió a ver con vida. Sin embargo, la desaparición del chico y del oficial dio paso a que las autoridades locales, junto a la armada, dieran con el paradero y posteriormente arrestaran a Magdalena y Eleazar.

Santos Hernández recibió un disparo letal por resistirse al arresto y su hermano Cayetano Hernández había sido asesinado tiempo antes por Jesús Rubio, un integrante de la secta que esperaba ser alto sacerdote.

En la escena del crimen hallaron los cuerpos desmembrados de Guerrero y Martínez, y los de seis personas más en lugares aledaños a la cueva. Con la crueldad de Magdalena, la vampiresa real mexicana, la suma de homicidios seguramente apuntaría a la estratosfera de no ser por el pequeño héroe Sebastían Guerrero, que condenó su sadismo Aunque, tristemente, tal acto de valentía le costó la vida.


FUENTE: http://supercurioso.com (por Olga Villanueva)

 
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