
Una de las formas más utilizadas para atraer a un vampiro consistía en elegir un niño o una niña, lo suficientemente jóvenes como para ser vírgenes, y sentarlos sobre un caballo de color negro, preferiblemente casto y que no hubiese tropezado nunca.
Se llevaba al caballo al cementerio y se lo hacía pasar sobre las tumbas sospechosas de albergar a un No Muerto. Si el animal se rehusaba a pasar sobre una de ellas era una clara señal de que allí estaba enterrado un vampiro.
Acto seguido se sentaba a los niños sobre la lápida y luego se los llevaba a un lugar seguro. Cuando cayese la noche el vampiro seguiría invariablemente el rastro odorífero...