lunes, 1 de febrero de 2016

La realidad de las brujas y las escobas - Artículos



Probablemente el disfraz de bruja es uno de los más utilizados en Halloween. Naturalmente, ningún disfraz de bruja está completo sin su escoba, herramienta que las acompaña en todas sus representaciones y leyendas desde la Edad Media; sin embargo, su verdadero significado y en especial su utilidad como detonador de los principios más profundos de la feminidad continúan siendo un misterio para muchos.

Empecemos a recorrer esta fascinante cadena de eventos.

En la Europa de la Edad Media, e incluso hasta bien entrado el Renacimiento, el pan que la mayoría de las personas pobres consumían estaba hecho a base de centeno. Esta gramínea se degrada rápidamente, y en su decadencia produce hongos, que consumidos en altas dosis pueden ser letales pero que en su justa medida se convierten en un poderoso alucinógeno.

A lo largo de todo el medioevo encontramos crónicas acerca de una rara afección conocida como Baile de San Vito, o Coreomanía; básicamente brotes de personas enloquecidas que bailaban en las calles gritando palabras sin sentido, alucinando, lanzando espuma por la boca, hasta que finalmente colapsaban por agotamiento.

El responsable de estos esporádicos brotes de locura colectiva era el claviceps purpurea, o cornezuelo, hongo parasitario del centeno. Sus efectos, similares al trip psicodélico del LSD, se traducen en terribles alucinaciones y una excitación motora que conduce al sujeto al límite de sus posibilidades físicas.

Desde luego, no hizo falta la presencia de ningún boticario acreditado para que las buenas personas del medioevo identificaran al causante de estos brotes de desenfreno.

Rápidamente el cornezuelo pasó a ser un ingrediente más en un devastador ungüento utilizado por las brujas, que contaba, entre otros poderosos alucinógenos, con la Belladona (atropa belladona), Beleño (hyoscyamus niger), Mandrágora (mandragora officinarum), y Estramonio (datura stramonium).

Este ungüento era utilizado por las brujas para asistir al sabbath, también llamado aquelarre, especie de reunión secreta que agrupaba a todas las brujas de la región en un sitio apartado de los bosques donde se entregaban a la adoración del maligno como excusa para practicar toda clase de excesos perfectamente legítimos.

Ahora bien, ¿qué tienen que ver las escobas en todo esto?

La pócima que las brujas preparaban era sencillamente letal si se la consumía por vía oral; y en los pocos casos en los que el consumo no producía la muerte venía acompañado por toda clase de efectos indeseables, como vómitos, pérdida de conocimiento y espantosas pústulas y granos, que desde luego podían ser utilizados como prueba irrefutable de haber participado en prácticas paganas.

Para el siglo XIV las brujas ya habían descubierto una forma de emplear estas pócimas sin padecer sus endiablados efectos secundarios. En vez de consumirlas oralmente las absorbían a través de la piel, es decir, empleándola como ungüento o crema.

Pero tampoco era cuestión de untarse todo el cuerpo para recibir los poderosos efectos alucinatorios de la pócima. Solo las áreas más receptivas y sensibles del cuerpo permitían una absorción adecuada, por ejemplo, las axilas y las membranas mucosas de los genitales...

Fue así que las brujas aprovecharon las propiedades psicoactivas de sus pócimas, desde entonces conocidas como ungüentos de vuelo (flying ointments); y qué mejor forma de aplicarlas sobre la mucosa vaginal que mediante un elemento fálico, símbolo de la opresión y la reducción de la mujer a la servidumbre del hogar, ahora transformado en vehículo de liberación, de libertad sexual, de la posibilidad de volar.

En el crepúsculo de la noche del sabbath, las brujas untaban los palos de sus escobas con estas terribles pócimas, montaban sobre ellas y realizaban lo que a todas luces aparece como un tipo de masturbación ritual, si es que efectivamente existe otra clase.

Libros prohibidos de la talla del Malleus Malleficarum afirman que las brujas realmente volaban hacia sus reuniones, aunque lo más probable es que el vuelo haya sido en realidad una alucinación, y acaso una metáfora del orgasmo.

En este sentido, las brujas de la Edad Media continuaron la antigua tradición de las Bacantes griegas, quienes consumaban sus exquisitas veladas de descontrol a través del entusiasmo (enthousiasmós), que literalmente significa «el dios adentro»; en otras palabras, la penetración ritual.

La imagen de una mujer transfigurada montando sobre un símbolo fálico también despeja dudas acerca de la risa de las brujas. Quizás aquel grotesco y delicioso roce sea la causa de que las brujas sean representadas, además de montando sus escobas, riendo como verdaderas enajenadas.

El goce, en cualquiera de sus formas lícitas, es un acto de comunión con dios, aún cuando éste tenga cuernos, habite en los infiernos, y propague una escandalosa eucaristía que solo se incorpora a través del orgasmo.


FUENTE: elespejogotico.blogspot.com.ar


1 comentarios:

Eduardo López dijo...

Ah............ ok... O.O nunca las veré igual.

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