miércoles, 11 de noviembre de 2015

Retornos en el autobús - Historias de terror



1era Parte

PARK IMENI TSIOLKOVOSKOGO
KALUGA, RUSIA
28 de Abril de 2017

Massi avanzaba decidido hacia el autobús que yacía derruido sobre la calzada. Unos fríos chorros de agua resbalaban acompañando las oxidadas planchas metálicas que conformaban el vehículo al compás que se hacían de oír sobre la superfície. Se detuvo un momento antes de entrar por la puerta trasera del vehículo, que se encontraba totalmente arrancada con las bisagras a la intemperie. Miró hacia atrás, hacia su compañero Chaplin, el cual avanzaba retrasado unos metros mientras inspeccionaba de arriba a abajo todos y cada uno de los tristes edificios que rodeaban la plaza donde se encontraban. El agua cristalina y pura de la lluvia caía y resbalaba frotándose enérgicamente sobre las viejas paredes de aquellos habitáculos, por supuesto el característico sonido de la tormenta adornaba aquella situación, acompañado de vez en cuando por algún fuerte trueno que rompía la oscuridad de la noche sobre la superficie. Las ventanas, que resplandecían y cobraban vida a cada luz resplandeciente emitida por aquellas descargas provenientes del cielo, se presentaban imponentes sobre la marcha de ambos militares. Finalmente se reunieron ante la puerta trasera del autobús.

– Parece que no queda otra – dijo Massi mientras inspeccionaba la zona. Habrá que pasar la noche aquí dentro si no queremos ser pasto de las alimañas.

– No estamos para ir eligiendo, dormiremos aquí pues. Entremos – ordenó Chaplin.

Massi apoyó su bota derecha sobre el primer peldaño metálico que conducía al oxidado vehículo, un crispante sonido que rompió la estética de la tranquila lluvia se formó repentinamente en el ambiente, ambos se estremecieron un instante, pero debían continuar. No tardaron en situarse dentro del que antaño fue un transporte público, un sentimiento sobrecargado impregnaba con violencia el ambiente dentro del vehículo. Pronto se dibujaron ante sus ojos los asientos de aquel automóvil, y sobre ellos, las figuras cadavéricas de las últimas personas que en ellos se sentaron, aquella impactante visión se hizo de notar en ambos compañeros. El más joven de los dos, Massi, avanzaba lentamente dejando atrás aquellas figuras de ultratumba, tratando de no molestarlos en su eterno descanso. Se fijó en uno de aquellos fallecidos, sostenía sobre sus huesudas manos un frágil esqueleto del que probablemente fue su hijo, arropado tímidamente en una desgastada sábana que dios sabe cuánto tiempo llevaría en aquel lugar de ultratumba. El cadáver del conductor yacía apoyado sobre el volante, su brazo derecho colgaba hasta situarse a unos escasos centímetros del suelo, su uniforme, una camiseta azul junto a unos pantalones de un color similar aunque más oscuro, seguían en buenas condiciones tras el incidente. Seguían visualizando el entorno con total silencio, solamente la lluvia rebotando sobre el techo del autobús sobre sus cabezas, se encargaba de darle un toque tranquilizador a la situación.

Pronto identificaron sus sitio de descanso, el espacio por donde habían accedido quedaba apartado de los asientos y albergaba sitio para ellos dos. Descargaron sus mochilas pesadas y las depositaron allí en un rincón.

– Deberíamos tapar esta puerta con algo para resguardarnos del frío de la noche – indicó Chaplin señalando a la puerta trasera por donde habían entrado. Si no, esta noche la vamos a pasar helados.

Ambos militares se pusieron a inspeccionar el lugar de forma más detenida para hallar cualquier elemento que pudiera ayudarles en su misión de guarecerse de las condiciones climatológicas de la noche. A Massi le vino la imagen de la tela que arropaba al pequeño esqueleto, arropado por su progenitor, e inició la marcha hasta plantarse delante de ambas figuras. El cráneo desprovisto totalmente de musculatura de su progenitor, género del cual no pudo ser identificado por el joven militar, yacía recostado sobre el asiento con una muesca de infinito sufrimiento, dejando ver su desencajada mandíbula totalmente abierta. Sus grandes y negras fosas oculares completamente vacías propiciaban mayor terror a aquella expresión. La idea que rondaba a Massi por su cabeza no le inspiraba ni la más mínima pizca de confianza y seguridad, la tensión se apoderó de su cuerpo y dudó bastante antes de que sus manos se encaminaran hacia el tejido recubriente. Tiró con suavidad, aunque aquello no pudo evitar que el diminuto esqueleto se separara en cientos de piezas que cayeron tintineando al suelo. El cuerpo del primogénito se inclinó hacia el joven con fuerza. Dudó unos instantes entre si albergaba o no vida aquella fallecida figura debido a su inesperado movimiento. Un estridente grito entró a los oídos de Massi y recorrió todos sus sentidos y terminaciones nerviosas, incrustándose con fuerza en su cabeza sin poder sacarlo de ahí.

Tras unos escasísimos segundos de angustia y dolor el sonido desapareció por completo, atenuándose poco a poco, apartó de un empujón violento aquellos restos inertes mientras estos desprendían un tintineo peculiar. Sintió electricidad recorrer sus robustas y frías manos, desplazándose también por los brazos, el bello se le erizó por completo. Miró horrorizado a su veterano compañero, el cual revisaba con agitación el interior de las mochilas, sin haberse percatado del incidente. Su mente empezó a trabajar frenéticamente pensando en aquel evento acaecido, tratando de recapacitar e intentar dar solución. Algo le sacó de sus cavilaciones.

– ¿Massi, que estas haciendo?

Aquellas palabras provenientes de su compañero le sacaron de aquel estado de semiinconsciencia en el cual se encontraba, levantó su vista hacia Chaplin y le indicó con gestos que todo iba bien. El veterano compañero le mostró una tela térmica que había sacado de una de las mochilas y le indicó que se acercara. Juntos amarraron aquella prenda al techo del autobús, dejándola caer y tapar la entrada por la cual habían accedido. Trataron de estar el menor tiempo posible fuera de su refugio para no mojarse, la lluvia caía constantemente sin disminuir la intensidad. En un diminuto instante se vieron otra vez dentro del autobús, recostados sobre lo que iban a ser sus camas aquella fría noche. Massi contemplaba por las ventanas del oxidado vehículo los árboles que se encontraban en la plaza situada a unos escasos metros de allí, sus ramas y hojas se agitaban al son del aire que soplaba con dureza removiendo hojas y restos que yacían sobre el suelo. La blanca luz de la luna empezaba a brillar tenuamente sobre el exterior, iluminando bancos, papeleras y árboles. Los edificios empezaban a cobrar vida, reclamando su parte de luz. No tardaron ambos en dormirse mientras contemplaban plácidamente y acompañados del sonido relajante de la lluvia los exteriores del vehículo.

2da Parte

Algo reclamó la atención del joven Massi, el cual se despertó sobresaltado. Estaba empapado en sudor, se llevó la mano derecha a su frente, la cual se le humedeció completamente al contactar con su piel. Identificó que el constante tintineo del agua seguía resonando sobre sus cabezas y que la luz de la luna había perdido cierta intensidad desde la última vez que sus ojos recordaban haberla visto, las siluetas de los elementos exteriores de la plaza ahora no se veían con tanta claridad, hecho que espeluznaba al joven. Un silencio ancestral rodeaba el ambiente que se respiraba dentro del autobús. Los asientos, junto a sus inertes anfitriones sentados en ellos, permanecían inmóviles y callados, tratando de no involucrarse en aquella situación. Aquel fantasmagórico lugar estremecía al joven militar, por lo que se refugiaba tapándose con una tela térmica que llevaba en la mochila. Su veterano compañero Chaplin dormía plácidamente a escasos centímetros de él, a su lado, sin emitir ruido alguno. Le inquietaba la visión del interior del vehículo mezclado con aquel sepulcral sonido, intentaba cerrar los ojos y tratar de dormirse, quería cerrarlos y no abrirlos hasta que el sol iluminara por completo la superficie de Kaluga.


Finalmente pudo el vencimiento de sus escasas fuerzas restantes y se volvió a quedar dormido, ajeno a lo que allí dentro pudiera acaecer.

No tardó, pues, en volverse a despertar en mitad de la noche, con su ya conocido tintineo acechando sobre su cabeza. La noche había caído en su totalidad, apenas se podía divisar a unos escasos metros allá fuera en el exterior, el interior del vehículo también había sucumbido a aquella oscuridad, pocas siluetas se podían divisar asomando sobre los asientos. Despertarse en medio de la noche rodeado de aquella situación no le incentivaba a calmarse lo más mínimo, al contrario, no se explicaba por qué se había despertado ya dos veces, estaba inquieto. Una clarísima luz iluminó el interior del autobús por completó, divisando todos y cada uno de los contornos que allí dentro se encontraban. Todas las cadavéricas siluetas se dibujaron ante sus ojos al compás que se dibujaba una nueva ante sus impresionados ojos. Al medio del pasillo que recorría los asientos y reflejada en la pared, una silueta negra, una sombra, de pequeño tamaño, quedaba reflejada e inerte, contemplando al joven Massi. El corazón empezó a latirle con fuerza mientras se le erizaba el bello de sus brazos, se le heló la sangre por completo. Aquella pequeña e inerte silueta, negra como el carbón, empezó a correr hacia él, no cabía duda alguna de que se trataba de una bien definida silueta de niño pequeño. El joven se inquietó aún más, miraba a izquierda y derecha sin quitar nunca de encima los ojos a aquella silueta proveniente que se acercaba rauda y veloz, su compañero estaba completamente ajeno a aquel fenómeno. La luz desapareció igual que vino, seguida de un estruendo, se trataba de un rayo, que despertó a Chaplin, el cual se incorporó lentamente al ver que su compañero yacía atónito e inmóvil contemplando el oscuro pasillo del viejo vehículo.

– Aquí pasa algo raro – Massi miró a su acompañante. Acabo de ver literalmente una silueta correr hacia mi.

– He oído historias de este lugar, gente que aseguraba haber visto y sentido cosas extrañas, inexplicables, aunque eso no quiere decir que existan. Estas cosas me ponen la piel de gallina, hermano.

– Estaba ahí, reflejada en la pared, venía corriendo hacia mi iluminada por la luz del trueno


El joven seguía tratando de explicar su experiencia casi ajeno a las indicaciones de su compañero. 

– Este lugar me crispa los nervios. Esta sensación impregnada en el ambiente, ¿Tu también la notas?

Chaplin asintió con la cabeza levemente, se notaba que aquellos temas también le imponían respeto. Se miró el reloj sujeto fuertemente a su muñeca y le informó que se trataban de las tres y cuarto de la madrugada. En aquellos momentos ambos compañeros permanecían callados, recostados sobre las frías y oxidadas paredes del autobús contemplando el oscuro lugar de izquierda a derecha. No conseguían volver a concebir el sueño, se notaban frescos y despiertos, una rara y crispante sensación se adueñaba de ellos. Algo empezó a llamarles la atención, un pequeño sonido que empezó a formarse desde las hileras de asientos, ambos compañeros se percataron de ello. El suave ruidito llegó hasta sus oídos con ritmo armonioso, rebotando y jugando con las paredes del viejo vehículo. No tardaron en lograr identificar que se trataba de un triste lloriqueo proveniente de un niño pequeño, ambos militares se miraron sobrecargados de intriga. El sonido se intensificó hasta tal punto que se convencieron de que el niño estaba dentro del autobús, con ellos. El ambiente se saturó rápidamente, se notaban agobiados, colmados, vulnerables. Todo pasó ante la atónita mirada de ambos compañeros que poco podían hacer en aquella situación, tal sensación se apoderaba de ellos, haciendo que cada vez respondiera menos su cuerpo. Ante ellos se posó la imagen del autobús completamente distinto, nuevo, lleno de gente viva dialogando y contemplando el paisaje alrededor del transporte público. La mujer ya conocida por Massi, permanecía sentada y arropando a su bebé con una sábana pequeña, la cual poseía ahora un aspecto mucho más cuidado que hace apenas unos instantes.

Todo transcurría tranquilo y agradable, ambos muchachos se encontraban absortos contemplando la recreación de lo que podría ser el último grito de vida del transporte y de sus pasajeros. Algo parecía ir mal, la gente empezó a agazaparse entre los asientos, tratando de evitar las ventanas, el conductor enloquecía dando órdenes de que se retirasen de los asientos cercanos a las ventanas y tratando de mantener el control del vehículo. Una fuerte sacudida casi volcó el transporte, la gente decidió agarrarse fuertemente al asiento que tenían delante, preparándose quizás, para lo que ya veían venir, el impacto. Una hilera de balas provenientes del cielo dibujó un techo agujereado delante de los ojos absortos de ambos muchachos, la gente se echó las manos a la cabeza, el conductor dejó caer su ya inerte cuerpo hacia el volante, el vehículo siguió su marcha sin indicación alguna enfilándose hacia un árbol que empezaba a verse cada vez más cerca, la gente chillaba despavorida tapándose la visión con los brazos intentando protegerse. La madre sotenía con fuerza a su bebé y permanecía sentada temiendo por la vida de ambos, no soltaría a su hijo por nada de este mundo. Antes de que el impacto lograse fascinar a ambos militares, la impresionante visión cesó devolviendo a las personas su cadavérica figura actual. Sabían que aquello no había sido un sueño, ambos se miraron, ambos comprobaron que no había estado en su imaginación. Otra vislumbrante luz entró al interior del viejo vehículo iluminándolo por completo. Una multitud de sombras fueron reflejadas en la misma pared donde hace apenas unos instantes había visto al niño correr. La situación empezaba a rozar el umbral de la locura. Una de aquellas negras siluetas levantó su mano señalando a ambos compañeros que yacían recostados, seguido de un penetrante murmullo que llegó a clavarse en sus oídos, no lograron identificarlo con claridad. La luz del trueno, que ahora se hizo de escuchar, acompañó al incesante y ya conocido sonido de lluvia, para luego marcharse dejándolos totalmente a oscuras.

– ¡Enciende la linterna, corre! – ordenó Chaplin.

El fuerte y enérgico haz de luz de la linterna iluminó la hilera de asientos y cráneos que se asomaban imponentes, formando multitud de sombras en las frías paredes. No había rastro de nada que allí pudiese haber ante sus ojos.

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