jueves, 7 de agosto de 2014

La fiesta del monstruo - Historias de terror



30 de Marzo de 2009
Querido diario: En dos días sería mi cumpleaños, así que toca mi obsequio especial. Estoy muy ansioso, mucho más que otros años. Estoy convencido que mi regalo será muy hermoso. Espero no decepcionarme.

31 de Marzo
Mamá y papá están organizando los últimos detalles de la fiesta. La temática será de “Los Muppets”, que es mi serie de tele favorita. La torta que mamá encargó a la señora de aquí a la vuelta, tendrá la cara de la Rana René. Aunque más que una rana, parece un duende. Se nota que con el pasar de los años la señora ve cada vez menos. Pero no tiene relevancia. Lo importante es que la fiesta será un éxito. Mis compañeros de tercer grado vendrán, jugaremos en el patio y nos arrojaremos los restos de comida cuando estemos satisfechos. Claro que yo no como, es decir, no lo que comen ellos, pero debo obligarme a meterme algunos bocados para disimular. Total, cuando nadie me ve, voy al baño y lo vomito. Lo hago siempre, incluso en las comidas con papá y mamá, nunca nadie se ha dado cuenta.
Ya falta poco, unas cuantas horas. Estoy muy ansioso.

Más tarde
Acabo de darme cuenta que mentí. Pero fue sin querer, más que una mentira, se trató de un olvido. Dije que nunca nadie se dio cuenta de que vomito la comida, pero eso no es cierto. Aquellos granjeros, que me adoptaron en el año ’67 (¿o fue en el ’68?), sí lo hicieron. Vieron que expulsaba la poca comida que consumía y casi nunca dormía. Fue entonces cuando trataron de matarme. Inevitablemente se percataron de que no soy como los demás. El granjero, creo que se llamaba Víctor, o Vittorio, entró a mi habitación por la noche, con un trozo de cuerda en sus manos, con intenciones que su mirada asustada evidenciaba a kilómetros. Lo que nunca calculó fue que la noche es mi ámbito natural. Allí es cuando me hago más fuerte. Soy como un caimán. Ellos se hacen temibles en el agua, pero son lentos y torpes en la tierra. A mí me ocurre exactamente lo mismo, con la diferencia que mi agua es la noche, y mi tierra el día. Así que le arrebaté la cuerda de sus manos y lo maté. Luego asesiné a la señora, que ni siquiera atinó a defenderse. Y por último a sus seis o siete chicos.

Puedo pasar mucho tiempo sin comer, años quizás: pero una vez que empiezo, es difícil detenerme.

Esa noche en la granja, la sangre de Victor, su pareja y sus hijos no me sació, por lo que tuve que entrar al establo a matar caballos y ovejas.
Desde entonces perfeccioné mucho mi estilo. No quiero que vuelva a ocurrir algo similar. Antes tal vez ponía cara de asco cuando masticaba la comida, pero ahora creo que he aprendido a disfrutar ciertas cosas, como por ejemplo el tomate (¿será porque es rojo?).

Bueno, querido diario, dejo de escribir y voy a descansar un poco, porque mañana será un día movido.

1 de Abril por la mañana
Mi cumpleaños. Por fin. Ya está todo listo para la fiesta. Mis compañeros vendrán a partir de las cuatro de la tarde.
Estoy seguro que esta vez he elegido muy bien el colegio, porque todos mis compañeros brillan y parecen repletos de energía. No como aquella vez, hace tres o cuatro años, cuando terminé en una escuela muy pobre y mis compañeros parecían tristes y apagados. Ahora será diferente: será mi mejor cumpleaños en los últimos cincuenta o sesenta años. Lo sé.

3 de la tarde
Creo que he cometido una estupidez. Mis padres están muertos.
Yo los maté. Los puse en el sótano. Mamá quedó con el cuerpo doblado sobre la lavadora. Me pareció injusto que acabara así, era una buena madre. Parecía muy feliz cuando me adoptaron a fin de año, y creo que hubiese dado la vida por mí. La ansiedad, fue eso lo que me traicionó. No sé por qué este año estoy tan deseoso. Estaba jugando con la Play cuando ocurrió. Apenas papá me puso una mano en el hombro, diciéndome: “Hijo, tenemos tu regalo de cump…” yo me volví como un perro rabioso y le destrocé el cuello. Mamá, que estaba detrás de él, con una bicicleta flamante en su mano, dejó caer primero el regalo y luego su mismo cuerpo, que quedó acuclillado sobre el suelo, como un creyente esperando recibir la bendición del sacerdote. Yo me abalancé sobre ella y le comí los ojos. No sé por qué hice algo así. Tal vez porque los tenía muy bonitos, de un color marrón claro muy cálido. Cuando te miraba podías sentir su amor traspasándote y resulta que yo ya no puedo sentir eso, no puedo sentir amor, sólo sed, por lo que continuamente me recordaba que estoy muerto. En este momento su encuentran ahí, los dos en la oscuridad del sótano, y mis planes se están yendo a pique, el cumpleaños todavía no comenzó. ¿Qué haré cuando vengan los primeros compañeros, acompañados de sus padres? Los adultos querrán hablar con los míos, sospecharán si yo salgo a recibirlos en soledad.
También están el payaso y el mago, que vendrán a las cuatro y media.
Tendré que encargarme de ellos, uno por uno.
No habrá fiesta. Maldición, hoy no habrá fiesta.

4 y media de la tarde
Los primeros invitados. Tal cual lo pensé, la mayoría de los padres querían hablar con los míos, por lo que tuve que hacerlos pasar y eliminarlos. Ahora, en el sótano, hay seis adultos además de mamá y papá.
Mis compañeros están en el cuarto de juegos. Hasta ahora han venido, por orden alfabético: Carlitos Aranda, que se orinó a principios de año en plena clase. Micaela Beltrán, que no para de mirarme. Valentina Bulicj (o Bulich), con esas trenzas que invitan a tirar constantemente de ellas. Álvaro DeLeo y Carina Parvis. Y finalmente, el matón de la clase, al que nadie quiere invitar para las fiestas y que yo tuve que insistir para que viniera. Me encargué de él con gusto y ahora su cabeza reposa en el refrigerador, entre la fuente de ensaladas y los sanguchitos de queso. El resto de su cuerpo está en el cuarto de juegos, como ya he dicho, junto con mis compañeros descuartizados.
Ahora debo irme, tocan el timbre. Llegan más invitados.
No la estoy pasando tan mal, después de todo.

10 de la noche
Se acabó. Todo terminó de golpe. Ahora escribo escondido entre unas rocas del bosque, sin parar de temblar. Sucedió algo realmente espantoso. Ni siquiera yo lo entiendo aún del todo.
El payaso. Fue él el causante de todo. Llegó un poco retrasado, pero en cuanto le abrí la puerta supe por qué me había sentido tan nervioso los días anteriores. Para ese entonces me había bebido la mitad de mis compañeros, y mi sed crecía conforme pasaban los minutos. Al igual que aquella vez en la granja, no sabía si podría contenerme.
Pero resultó que sí, que podía.
Apenas lo vi, parado en el umbral con un racimo de globos en la mano, supe que no era humano, sino algo terrible vestido de payaso. Resulta que, de todos los payasos que había en el mundo, mis padres contrataron -¿probablemente sin saberlo?-, a una bestia inhumana e inmortal como yo, pero de otro tipo e infinitamente más poderosa.

Mis esfínteres se aflojaron de inmediato, pero claro que, como había bebido tanta sangre, mis pantalones celestes se tiñeron de rojo en la parte de adelante. Traté de huir, de esconderme en la oscuridad del sótano, pero el payaso me siguió y me sujetó con su mano que parecía una raíz. Intente de escaparme, de morderlo, pero pese a que soy muy fuerte, ni siquiera le hice daño. Me sentó sobre la lavadora donde estaba mi madre y me dio un globo. “Tómalo”, me dijo. Yo lo tomé y enseguida reventó. Desde adentro salieron dientes de ajo, muchísimos dientes de ajo que me ahogaron y me dejaron tosiendo, mientras el payaso reía y se burlaba de mí. Luego introdujo la garra en mi vientre y sacó algo gomoso y sangrante, que por lo visto era mi vejiga, y con ella hizo un globo que flotó hacia el cielorraso. Sabía que no sería mi fin, a menos que me claven una estaca en el corazón y me corten la cabeza, yo no puedo morir, pero intuí que tampoco fue la intensión del payaso. Sólo quería jugar conmigo. Yo temblaba y lloraba, aunque ¿sabes qué, querido diario? También sentía cierto alivio, porque me daba cuenta de que podía sentir miedo, un terrible miedo y eso es algo humano que hacía siglos no experimentaba. Por ese motivo empecé a llorar más fuerte y mis lágrimas de sangre cayeron sobre el suelo evaporizándose. Cuando terminó de jugar conmigo, acercó su rostro blanco y me preguntó: “Cuántos”, yo enseguida supe que se refería a los invitados faltantes. Automáticamente le respondí: aproximadamente unos quince, y fue entonces cuando el payaso por fin me soltó diciéndome: “Son míos. Ahora vete”.

Así que aquí estoy, escondido en el bosque, aún llorando empapado de mi propia sangre y convenciéndome que pudo haber sido peor, al menos bebí de algunos compañeros, pero lo cierto es que ni yo me creo ese cuento, ahora sólo siento rabia, dolor, y miedo. Mis pensamientos no se apartan de ese maldito payaso y en lo mucho que me gustaría verlo destrozado; sé que ha continuado la fiesta sin mí, y eso es inconcebible, yo era el del cumpleaños, el verdadero agasajado.
Pasará mucho tiempo hasta que me recupere.
Dolor…
Miedo…

1 de Abril de 2014
Querido diario: Hoy es mi cumpleaños, nuevamente toca el regalo especial. Ya estoy completamente recuperado y listo para empezar una vez más...
Esta vez no habrá ningún payaso en la fiesta.

Autor: Mauro Croche

3 comentarios:

gheco dijo...

Te felicito esto esta muy bien

Anónimo dijo...

Muy buena historia.

Sofia Ramos dijo...

weeee.... que buena que esta la historia

Publicar un comentario

 
Design by Free WordPress Themes | Bloggerized by Lasantha - Premium Blogger Themes | Online Project management